"ACONFESIONAL, NO LAICO", artículo publicado en Diario de Pontevedra el 9 de abril de 2017
Hoy domingo comienza la Semana Santa, y como todos los años al llegar estas fechas, comienza el soniquete de “corales” desentonando consignas en contra de esta manifestación religiosa de los católicos, y no en poco número de casos, aduciendo al carácter laico del estado español.
Para empezar, decirles que España no es un estado laico, es un estado aconfesional; y para continuar decirles que casi un 70% de los españoles se declaran católicos, y además de representar una nada desdeñable mayoría a la que hay que respetar, ahí están de la mano la cultura, la historia y el respeto.
Para ese otro porcentaje de personas no religiosas (un 16,8%) o ateas (9,6%) y que quizá no le convenzan estos argumentos, tienen a su disposición las cifras del INE correspondientes al número de turistas que generan estas manifestaciones religiosas en muchas ciudades, la facturación de la hostelería y el comercio, y la generación de empleo (se estima que más de 147.000 puestos de trabajo en esta Semana Santa), que, aunque temporal, es trabajo.
Dicho esto, espero poder dejar claro que nuestro país no es laico, sino aconfesional; y humildemente contribuir a despejar esa duda que muchos de manera intencionada o no, siembran repitiendo cual mantra de forma diaria presumiendo estar siempre en la posesión de la verdad absoluta.
Eso es lo que mejor saben hacer, sembrar dudas de todo y, ante todo, manera a mi juicio, de justificar su nómina pública ante la invalidez de sus intelectos para generar propuesta y barajar soluciones ante la problemática con la que se encuentran cada día al acceder a sus poltronas en las distintas administraciones públicas en donde moran.
El término aconfesional significa, “que no pertenece a ninguna religión”; el término lacio representa “la independencia de cualquier confesión religiosa”.
La aconfesionalidad, como su propio nombre indica, implica que el Estado no asume como propia ninguna confesión religiosa, lo cual no quiere decir que sea hostil a la religión.
El laicismo, en cambio, entraña una actitud del Estado que pretende prescindir de las religiones: considera que, en el ámbito de lo público, la religión debe quedar excluida.
Señores, una cosa es lo que ustedes piensen y/o anhelen, cuestión muy distinta lo que dicta la Constitución Española de 1978, que puede gustar más, menos o nada, pero ser demócrata es aceptarla. Lo otro tiene otro nombre.
El artículo 16.3 de la Constitución Española establece el principio de la aconfesionalidad del Estado al declarar que, «Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones».
Así de claro, nuestra Carta Magna excluye la posibilidad de un estado laico o independiente de cualquier organización o confesión religiosa. El Estado español, según la Constitución, no puede ser indiferente ante el hecho religioso y está obligado a cooperar con las distintas confesiones y muy en particular con la Iglesia católica.
Llegado a este punto espero haber aportado un poco de luz a la cuestión, y que tengamos clara el lugar que ocupa la religión en esta casa que habitamos todos los españoles.
Yo que soy católico practicante y participante de la Semana Santa, me duele que unos que acaban de llegar pretendan aniquilar las tradiciones de este país porque sí, porque la cuestión es ir contra el sistema porque sí.
He de decirles que, aunque hay un antes y un después de 1521, fecha a partir de la cual y tras volver de un viaje a Tierra Santa, el Marqués de Tarifa institucionalizó el Vía Crucis en nuestro país, y a raíz de ello evolucionó en lo que hoy conocemos por procesiones; existen ritos y manifestaciones de fervor más antiguos.
Ahí están, por poner dos ejemplos muy conocidos por la mayoría, la procesión conocida como la “Danza de la Muerte “de Verges en Gerona, una joya de la Edad Media que tiene su origen en el “coqueteo” con la muerte tras una epidemia de peste, y la de las “Capas Pardas “en Zamora de gran tradición histórica que se remonta al siglo XIV.
Y aunque también procesión, aunque no es Semana Santa, la protagonizada por la Cofradía de Nuestra Señora de San Antolín o de la Concha, que allá por 1072 dicen tuvo su amparo en la infanta Urraca, en desagravio por la muerte de su hermano el rey Sancho durante el cerco de Zamora.
En fin, podría estar enumerando tradiciones cuyo origen se pierde en el tiempo, pero no creo que sirviese de mucho para los que siempre tienen la protesta destructiva como bandera.
Sinceramente, somos la inmensa mayoría de españoles los que practicamos respeto por encima de cualquier creencia, y eso es lo que deberían hacer ustedes, y de la misma manera que a mí no me molesta una “procesión” por ejemplo de Hare Krishna (he de confesar que participé en una), a otros no les debería de molestar las católicas que se llevan desarrollando desde casi un milenio en nuestro país, y si así es lo tienen muy fácil, con no ir a verlas, asunto arreglado.
¿Es tan difícil entender que el respeto nos hace más libres y el ser más libres nos hace más sabios y mejores personas?
Espero que disfruten de la Semana Santa o de las vacaciones, por cierto, a las cuales no renuncian los que sí lo hacen de la religión católica y sus manifestaciones en estos días que precisamente tienen su razón de ser en lo que tanto aborrecen.
Dejemos que unos sientan, otros disfruten y otros facturen. Hay sitio para todos.
Y hagámoslo en el respeto y la concordia que nos brinda un estado aconfesional que no laico.
Comentarios
Publicar un comentario