“SIGUE SIENDO EL MEJOR TRAJE”, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 9 de diciembre de 2018

Han pasado ya 40 años y aquel no poco complicado traje confeccionado a medida para una España que necesitaba portar una nueva vestimenta legal adaptado al cuerpo resplandeciente de la democracia, sigue siendo el mejor traje, por mucho que digan algunos insensatos.
 
 
Es evidente que el tiempo pasa y el cuerpo sobre el que se confeccionó aquel atavío puede haber experimentado algunos cambios a los que hacer determinados arreglos puntuales, pero no perdamos la perspectiva, ya que el patrón base fue confeccionado con tal dedicación y responsabilidad, que sus hechuras siguen estando a la altura de la constitución (nunca mejor traído este término) de esta España madura.
A nuestra Constitución Española de 1978 la tuve que estudiar durante mi carrera de Ciencias Políticas, después como profesora de Teoría del Estado y Sistema Político Español en la Universidad de Vigo, debí de profundizar mucho más, sin olvidar mis cursos de Doctorado en Derecho Público, cursos de especialización necesarios para el desarrollo de mi carera profesional, intervenciones, el máster en Gestión y Administración Pública del INAP, y aun hoy día por encontrarme desarrollando mi tesis doctoral en la facultad de Derecho de La Coruña. Nunca he dejado de consultarla ni de profundizar en ella a través de escritos y ensayos de los que más saben sobre ella, incluso en diversas tertulias de radio y televisión en donde compartía espacio con uno de los expertos, el Profesor Roberto Blanco Valdés, Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela, y he de confesar, que sigue siendo adecuada a las necesidades de España, aunque también soy consciente de la necesidad de algún que otro retoque, pero de la misma manera que reconozco estas necesidades no urgentes, también soy consciente que este no es el momento, ya que nos falta en general, y en particular en nuestros políticos, la base del método de confección de nuestra Ley de Leyes de 1978, el consenso.
 
No fue fácil, como no lo es el confeccionar un traje que pasará a la Historia en un momento solemne en el que estarán clavados millones de ojos a lo largo y ancho del Globo;  pero aquellos 7 modistos, haciendo esta adjetivación hacia ellos con el mayor de los respetos y de las admiraciones, no defraudaron, y supieron hacer como nadie la confección más adecuada para aquel país de entonces, que necesitaba un nuevo atuendo, ejemplar, deslumbrando al mundo entero por el método de costura, el consenso;  la tela utilizada, la de la tolerancia; cosida con los hilos de la reconciliación, bajo las concienzudas del mejor saber hacer a través del diálogo, que hizo de esa labor, la Constitución más moderna del mundo, y anhelada aún por los países más avanzados hoy día; y una transición a la democracia envidiada por todos.
Esto que les cuento no es una novedad, y creo que todas y cada una de estas reflexiones que hago en este artículo de opinión dominical las reflejaba un amigo, el periodista Bieito Rubido, que escribía hace unos días refiriéndose a nuestra Carta Magna escribiendo, “… esta Ley de Leyes que ahora cumple su cuarto decenio. Su papel ha sido bueno, y espero que siga vigente muchos años”.
 

Ahora bien, si este pasado jueves 6 de diciembre hubo palabras, reflexiones y afirmaciones que nos tienen que hacer pensar que no todo está perdido por mucho que “cacareen” los de siempre sobre la buena salud y uso de la vestimenta de nuestra Carta Magna, sin duda alguna, han sido las más que adecuadas palabras manifestadas por la Presidenta del Congreso de los Diputados Ana Pastor, y su Majestad el Rey Felipe VI, este pasado jueves 6 de diciembre en el 40 aniversario del mejor traje que jamás ha tenido España, la Constitución Española de 1978.
Yo permanecí atenta a sus intervenciones, y como no tengo espacio para comentar cada una de las más que acertadas alocuciones destaco lo siguiente.
En primer lugar, el agradecimiento a Manuel Fraga Iribarne (AP), Gabriel Cisneros (UCD), Gregorio Peces-Barba (PSOE), Martínez, Jordi Solé Tura (PCE), ya fallecidos y a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (UCD), José Pedro Pérez-Llorica (UCD) y a Miquel Roca i Junyent (Por Minoría Catalana - CDC, UDC, PSC-R, EDC y ERC-), “Padres de la Constitución”.
 
 
En segundo lugar,  a Adolfo Suarez, allá donde esté y entonces presidente del Gobierno de España por saber navegar como el marino más aguerrido, así como lo hacen  las notas en las cuerdas de la guitarra de Paco de Lucía punteando la excelsa “Entre dos aguas”; o  quizá entre múltiples mares enarbolados, me atrevo a decir yo.
En tercer lugar, a todos aquellos políticos que representando a los españoles en el Congreso y el Senado en una situación más que incómoda entonces, supieron como nadie decir adiós a los horrores cometidos en aquel triste pasado de la España en contienda entre hermanos para dar un paso adelante hacia la democracia; y cito a una persona con la que tuve una breve aunque contundente conversación años después, Santiago Carrillo. Tomemos nota.
Y sin duda alguna, a un actor que se estrenaba en esas lides, que supo como nadie inventar un papel encomiable, que hizo de su estatus un ejemplo a seguir, tal y como hicieron cita especial tanto la presidenta Ana Pastor y Su Majestad el Rey Felipe VI; me refiero al trabajo de trastienda unificador del entonces Rey Don Juan Carlos I, con su mejor apoyo, la Reina Doña Sofía.
 

 
Estamos viviendo el período de mayor estabilidad jurídico-política de la historia de España; aun con algún sobresalto como aquel descabellado y fallido golpe de estado del 23 F de 1981; además del indescriptible contubernio de los independentistas catalanes con la declaración de independencia del 10 de octubre de 2017, que también constituyó otro golpe de estado, y de lo más que efímero, ilegal y vergonzoso; además de los “alzamientos” puntuales de los anticonstitucionalistas y antisistema de la CUP, Podemos y demás ralea.
Yo me reafirmo en mi consideración de la necesidad de continuidad, por ahora, para esta Constitución Española de 1978, que aunque con sus quizá necesarios arreglos puntuales, para la inmensa mayoría de los demócratas españoles significa la estabilidad, y por ello sigue siendo el mejor traje.
 
 
 
 
 

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