¡AY,CARMELA!, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 20 de noviembre de 2016.


No estoy pensando en deleitar a nadie con aquella canción popular del siglo XIX que tarareaban los guerrilleros españoles que luchaban contra las tropas de Napoleón, para nada; tampoco la que los soldados republicanos entonaban en la Batalla del Ebro; ni tan siquiera la que cantaba otra Carmen en la adaptación cinematográfica que Saura hizo de la obra teatral de Sanchís.



Pero he de confesar, que esta exclamación título de canción, obra de teatro y película, fue la que me vino a la cabeza tras asistir estupefacta a lo que ocurría esta pasada semana en la sede de la Diputación Provincial de Pontevedra, y en donde con intención o sin ella, la protagonista principal, al igual que en las canciones, en el teatro y en el cine también se llama Carmela.



¡Ay Carmela!, menudo espectáculo el vivido estos pasados días. Humildemente como pontevedresa, he de confesar que este tipo de actuaciones no gustan nada a la gente de a pie; que al fin y al cabo somos los que mandamos con nuestros votos. Las cosas no deben seguir esta dirección. No se equivoque en el destino de su viaje, para eso ya está la otra Carmela, la de la obra de teatro de Sanchís y la de la película de Saura.


Las mujeres tenemos que hacer valer y presentarle al mundo nuestras capacidades, y para eso, las pocas que estáis en puestos privilegiados, tenéis la alta responsabilidad de hacerlas visibles como, por ejemplo, la que nos ha diferenciado soberanamente de los hombres, la capacidad de dialogar y conciliar.

No es esta una reflexión sin consistencia, ni un producto de mi imaginación, es un postulado referenciado y constatado desde un punto de vista de la antropología social a lo largo de la Historia. Las mujeres en todos los ámbitos de actuación en nuestra vida, nos hemos diferenciado del otro sexo precisamente por un talante mucho más negociador y conciliador.

La herencia genética manda, y precisamente, entre las muchas cualidades que tiene el género femenino, esta es una de ellas.

¡Ay Carmela!, como mujer y con humildad, ante todo, te pido que tomes nota.



Según lo dispuesto en el artículo 34 apartados a) y b) de la Ley de Bases de Régimen Local, el Presidente de la Diputación, entre otras labores más administrativas resultantes de su cargo, le competen, dirigir el gobierno y la administración de la provincia, y representar a la institución.

Dirigir es un verbo que expresa una acción cuyo significado es orientar algo hacia un objetivo, y lo que existe en la Diputación actualmente, no nos queda claro a los pontevedreses. Lo único que sostenemos es que no queremos que esto se vuelva a repetir.

Y lo hago manifiesto porque dirigir también implica la capacidad para liderar un proyecto; y liderar es hacer equipos, aun con aquellos que no son del mismo partido político de uno, porque todos han sido elegidos democráticamente en las urnas, y todos tienen derecho a participar en la institución para la cual han sido elegidos por el pueblo.


Como demócrata que soy, aun me duele la imagen del pasado día 15 de noviembre cuando una treintena de alcaldes y diputados populares de la provincia de Pontevedra tuvieron que acudir en grupo, a ver si de una vez por todas les recibía la presidenta de la Diputación.

Lo único que pedían, era respeto al derecho de ser recibidos y escuchados como máxima autoridad de su ayuntamiento, y a la sazón, de la voluntad popular de sus vecinos, que así la confirieron en cada uno de ellos a través de las urnas.

Lo único que encontraron estos alcaldes y diputados provinciales, fue de nuevo la negativa a ser recibidos, y, por si fuera poco, una escuadra de funcionarios que, recibiendo órdenes, les exigían acreditarse como si fueran forasteros.

¡Ay Carmela!, las cosas no se hacen así; porque este dislate pudo haberse evitado, ya que no es una cuestión de ahora. Estos regidores municipales y sus representantes en el Pleno de la Diputación, lo llevan solicitando por activa y por pasiva desde principios de este verano.

Las reuniones periódicas de los alcaldes de una provincia con el presidente, en este caso presidenta de la Diputación al que pertenecen sus concejos, no es una cosa que deban estar reclamando es un derecho que ellos tienen.

El ser la máxima autoridad en su término municipal, conlleva alta responsabilidad, deberes y derechos, y que usted les reciba, es un derecho y un deber que ellos poseen, y como tales se merecen un respeto.

De vez en cuando debemos refrescar nuestra memoria, o contarle las cosas a quien no las sabe, y precisamente el objeto del nacimiento de las diputaciones, fue para abandonar la praxis del Antiguo Régimen absolutista, y así lo reflejaron las Cortes de Cádiz en el artículo 325 de la Constitución Española de 1812, en donde se exponía, "En cada Provincia habrá Diputación, llamada provincial, para promover su prosperidad...".

Y así, tras el desarrollo de ese artículo 325, España se vertebraba inicialmente en 31 provincias.

Pues no volvamos atrás, que mucho nos ha costado salir adelante en democracia, y la Diputación de Pontevedra debe seguir siendo una institución de tutela para sus ayuntamientos y alcaldes.

Señora presidente la auctoritas que no el autoritarismo, es un deber, pero también un honor y un privilegio que usted tiene.

No lo olvide nunca, ¡Ay Carmela!, 



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