DER ADVENTSKALENDER ( EL CALENDARIO DE ADVIENTO), artículo publicado el 3 de diciembre de 2017 en Diario de Pontevedra
Este lunes pasado,
cuando hacía la gran compra anual de calendarios de Adviento para repartir
entre mis más pequeños y los no tanto (regalo muchos, ¡me encanta!), sentí
“rosmar” a una señora qué al verme tan cargada, le dice a su amiga en esa tan
típica actuación española de, “lo digo para que se entere, pero como si no se
lo dijera… “¡hala, otra americanada!”. Pues, ¡no, señora!
Quizá al igual que esta
mujer muchos pensarán que este mes de noviembre, al que el refranero gallego se
refiere como “¡Bendito mes que empeza con
Santos e acaba con San Andrés!”, es en el cual se hacen visibles muchas
“novedades consumistas”, pues no le quito parte de razón, aunque en este caso, no
la tienen.
“Halloween”, “Black
Friday”, “Cyber Monday”, los descuentos en las grandes multinacionales textiles
y de complementos con sus “Middle Season” (mitad de temporada)…, es cierto que
nos están invadiendo; y de la misma manera que, cualquier día me veo inmersa en
una gran campaña de marketing lanzada por una histórica cooperativa gallega de
alimentación que, nos anima a celebrar el Thanksgiving Day o día de acción de
Gracias con el pavo trinchado de protagonista. ¡Todo es posible!
Pero el caso del Calendario
de Adviento es bien distinto. Les puedo asegurar, que no es un invento
comercial, y menos una “americanada”.
Sí es cierto que en
España se conoce desde hace no muchos años, aunque yo tuve el primero siendo
una niña, ya que mi tía abuela Maruja, entonces emigrante en Suiza, me lo
regaló.
Y esa tradición en mi
casa sigue hasta hoy. Mi madre me lo
sigue comprando, y es esta una delicia que te hace volver a la infancia, en
especial cuando cada día voy a su casa, abro la ventanita y me como el chocolate
correspondiente. Segundos de felicidad que no se olvidan nunca, y que te traen
miles de bonitos recuerdos.
Para los que no sepan de
lo que estamos hablando, decirles que el Calendario de Adviento que podemos ver
en los supermercados, tiendas de dulces y demás, es una cajita de cartón con 24
ventanas. Cada una de ellas tiene escondida una sorpresa de chocolate, (eso
desde 1958, aunque hoy día hay variantes), que deberás ir comiendo cada día
hasta llegar a la Nochebuena, ese es el último. Pero no solo es eso, es mucho
más, y desde luego ni es una “americanada”, ni un invento de unos grandes
almacenes. El Calendario de Adviento o Der Adventskalenser, tiene su origen en
Alemania.
Hoy quiero compartir con
ustedes esa curiosa historia que descubrí en mi primer viaje a Baviera, siendo
adolescente.
A finales del siglo XIX,
las familias cristianas alemanas rivalizaban en imaginación para cumplimentar
el tiempo que antecede a la llegada de la Navidad. Unas hacían 24 muescas en
una vela y dejaban que se consumiera una por día. Otras pedían a los niños que
depositaran cada día en la cuna vacía del portal una brizna de paja…, y el día
de Navidad depositaban sobre esa cuna al Niño Jesús. En otras casas se trazaban
con tiza 24 líneas sobre el marco de una puerta, y cada día, los niños borraban
una. Por citar algunos ejemplos.
Pero no sería hasta 1908
cuando el Adviento tiene su calendario, el Adventskalender.
Entonces, el bávaro Georg Lang, hijo de un pastor protestante, tuvo la idea de
crear el primero. Según cuenta la tradición, lo hizo siguiendo la inspiración
de una idea que su madre había tenido con él siendo niño, en donde en un cartón
rígido ella sujetó 24 galletitas en forma de cacahuete, llamadas Wibele, para
que Georg disfrutase de una al día durante el Adviento hasta la Navidad.
Para ese primer
Calendario de Adviento el señor Lang creó una lámina de cartón rígido con 24
pequeños cuadros, dentro de los cuales se podían pegar una especie de cromos.
Una por cada día, igual que las galletas del calendario que había creado para
él su madre.
Aquella primera
selección de imágenes es posible que tuviese como inspiración las figuras
piadosas que entonces mostraban los alemanes en sus casas por esas fechas,
aunque la opinión más generalizada es la de las pequeñas estampas que, entonces
se repartían entre los más pequeños en ese mismo tiempo de espera de la
Navidad.
El calendario impreso
comenzó a hacerse famoso por toda Alemania y Europa, pero no sería hasta 1930
cuando fue fabricado con ventanas en su imprenta “Reichhold & Lang” en
Múnich. No obstante, para conocer su versión más dulce, los adeptos al
Adventskalender debieron esperar hasta 1958, fecha en la que se incluyeron por
primera vez las figuras de chocolate en cada una de las pestañas que tenían que
ser abiertas cada uno de los 24 días.
Hoy es conocido en medio
mundo, o casi en todo él, haciendo las delicias de los más pequeños de la casa
que con ansia esperan el inicio de este tiempo de espera a la llegada de la
Navidad, y me atrevo a decir que de los menos pequeños que tuvimos la suerte de
vivirlo en la infancia, también.
Les confieso que a mi
edad sigo disfrutando como una chiquilla cada día que abro una ventana de las
24, por eso se los regalo a los peques que más quiero; porque
independientemente de la mayor o menor medida en la que espiritualmente
celebren este tiempo de llegada, así como la misma Navidad en su casa, está
claro que las cosas que vives en la infancia te marcan de por vida. Y si son
bonitas, mejor.
En una sociedad
consumista como la nuestra, sumida en la más obscena extravagancia, es deber de
los que educan practicar gestos pequeños como este, ya que pueden llegar a
tener gran trascendencia en la conformación de la persona, aunque nos parezca
una nimiedad. Y esta es una sencilla y divertida tradición que puedes compartir
con tus hijos, con tus nietos, con tus sobrinos, con tus amigos, etc., y ellos
a su vez con los suyos.
Así que ya saben, lo
primero es disfrutar en este tiempo de espera a la llegada de la Navidad, y si
es posible, sin olvidar el niño o la niña que un día fuimos; y lo segundo, ¿por
qué no?, si aún no lo han experimentado, anímense a disfrutar una afable
experiencia como lo es, la de seguir esos 24 días a través de su Calendario de
Adviento.
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