"VIERNES NEGRO", artículo publicado en Diario de Pontevedra el 1 de diciembre de 2019


Las “ceremonias de graduación”, “Halloween”, “Ciber Monday”… la verdad sea dicha, nos estamos desnaturalizando; y el “Black Friday”, o lo que es lo mismo el “Viernes Negro” es otra de las “americanadas” adoptadas en el mundo entero desde la metrópoli de “yanquilandia”. Y Pontevedra no fue una excepción, ya que visto lo visto, la gente se echó a la calle para gastar como si no hubiese un mañana. Y eso que se me hace de difícil digerir el que alguien pueda hacer algo con tanta ansia, en un día cuya denominación a mí personalmente me da “yu-yu”.
 
 
 

Así este pasado viernes ha sido en el que más caja se ha hecho de los últimos años; un día donde las estadísticas nos han dejado cifras como que cada español se ha gastado 300€ de media; y son 27 millones de paquetes que sortean las cintas de transporte de los centros de distribución de la gran empresa de comercio electrónico que todos tenemos en mente. ¡Ahí es nada!
 
 
 
Soy consciente de aquel dicho “¿Dónde va Vicente? ¡Donde va la gente!”, (ya saben ustedes que soy muy forofa del refranero); pero realmente, ¿sabemos el origen de esta “festividad consumista” a la que se acude en tropel?

El “Black Friday”, que es el viernes que sucede al último jueves de noviembre, a la sazón “Día de Acción de Gracias” o “Thanksgiving Day” en los todopoderosos EEUU tiene su posible origen en el viernes 24 de septiembre de 1869, cuando dos agentes de bolsa de Wall Street intentaron acaparar todo el mercado del oro en sus manos en connivencia con un famoso político de Nueva York, pero como “la avaricia rompe el saco”, fracasaron en el intento. Y aun después de pretender sobornar a varios personajes importantes, el mezquino plan falló, ya que el precio del oro se desplomó en cuestión de minutos y muchos inversores se arruinaron (ellos incluidos), con lo que la jornada pasaría a ser conocida como "Viernes Negro".
 
 

Otra de las teorías que se barajan, ya es más cercana en el tiempo y data de 1950. Concretamente de esta sí tenemos referencia a través del diario “Telegraph”. Este periódico de la ciudad de Filadelfia publicaba el sábado siguiente al “Día de Acción de Gracias” (que por cierto y dicho sea de paso, cualquier año de éstos también celebraremos aquí con pastel de calabaza, puré de patata, salsa de arándanos, guiso de judías verdes… etc., y el indispensable pavo al horno), el colapso monumental que se había producido el día anterior en dicha ciudad, ante la avalancha de personas que llegaron para hacer sus compras de Navidad y asistir al día siguiente a un partido de fútbol. Como consecuencia, la policía de esa ciudad norteamericana, bautizó ese día como el "Viernes Negro".
 
 

Tras la salida en prensa de tal caos, la publicidad del mismo pronto fue aprovechada los comerciantes de Filadelfia (para esto los norteamericanos son unos “fenómenos”), y así empezaron a usar ese término para referirse a las hordas de personas que se daban cita en las tiendas de la ciudad el día después de “Acción de Gracias”.

Fue así como el término “Black Friday” se popularizó a partir de 1966, apareciendo impreso por primera vez en la revista “The American Philatelist”; aunque la magnitud a nivel norteamericano, y su venta al mundo entero, tendría su punto de partida después de que el periódico “The New York Times” usara la expresión el 19 de noviembre de 1975 con la intención de referirse al problema circulatorio que se originó en la ciudad a raíz de los descuentos del día posterior a “Acción de Gracias”.
 
 
 

Y de “aquellos polvos… estos lodos”; y por lo que pude vivir en primera persona el pasado viernes en la calle principal de las compras de nuestra ciudad, Benito Corbal; el símil con lo ocurrido en Filadelfia aquel viernes 17 de noviembre de 1950 es lo que me hace aceptar de las dos teorías propuestas estas últimas como las verdaderas precursoras del “Black Friday”.

En primer lugar, porque en Pontevedra el pasado viernes se podían identificar perfectamente las riadas humanas calle arriba y calle abajo a lo largo de la “milla de oro” de nuestra ciudad. Espero que al menos parte de esa misma avalancha, hubiera recalado en el comercio local de nuestra ciudad; aunque con los márgenes que trabajan los pequeños autónomos, no sé si se habrán beneficiado de este loco día de compras. ¡Ojalá!
 
 

En segundo lugar asegurarles que el “ansia viva” de la compra llegó a los supermercados de esta citada calle, ya que muchas estanterías se presentaban vacías como si recibiésemos un aviso de alguna desgracia meteorológica y tuviéramos que hacer acopio de víveres para no salir de casa en días; y hasta en las panaderías de la misma calle colgaban el cartel de “no hay pan”; y en concreto una dependienta en una de ellas me dijo textualmente, “no tengo mercancía,  y no me extraña, ya que nunca había visto a tanta gente con tantas bolsas encima. A algunos sólo se e veían las piernas… Me contaba entre risas”.

Y en tercer lugar, porque estoy convencida que si algo no se ha vendido el pasado viernes en esta “Boa Vila”, son los radares para controlar los 10Km/hora que desde el ayuntamiento dicen que van a instalar para mejorar el tránsito en las calles abiertas al tráfico del centro capitalino. Quizá es que vienen el en trineo de Santa, o mejor dicho en el saco del “Apalpador” que es más de aquí. Y aprovecho la ocasión para dirigirme al personal competente del ayuntamiento, que ni se molesten en gastar dinero y lo dediquen a otra cosa; porque al igual que en Filadelfia, el tráfico del pasado viernes se hizo insoportable, y con la velocidad límite que se nos impone ahora desde el consistorio pontevedrés, les aseguro que en estas calles de ancho pírrico se hacen absolutamente innecesarios.
 
 
 

La diferencia con otras ciudades es que este problema no es cuestión de un día, sino una enfermedad crónica de esta ciudad, además de uno de los problemas que más preocupa a los pontevedreses y pontevedresas; por lo que aun no entiendo tanto premio en movilidad y sostenibilidad para Pontevedra, que además de por las compras compulsivas, este pasado viernes como en Filadelfia y Nueva York, el caos de tráfico pontevedrés hizo acertada, la denominación de ese día como “Viernes Negro”.
 
 

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