CON MI DINERO, ¡NO!, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 23 de abril de 2017

Hace unos días se dio a conocer al gran público una partida presupuestaria del Servicio Galego de Saúde, el SERGAS, que destinaba 650.000€ anuales orientados al pago de sacerdotes católicos en los hospitales de Galicia, y claro, la “carcoma” no tardó en dentellear como de costumbre, hechas unos basiliscos protestando por el dinero destinado a unas personas que, independiente de su Fe católica lo que suelen hacer en la mayor parte de su tiempo es confortar a las personas, pacientes o familiares en los momentos más complicados, que no son otros que el anuncio de las peores noticias de salud para ellos o sus seres queridos; incluso el anuncio de una muerte, repentina o esperada, siempre es una muy mala nueva.




Incluso y me consta, porque he sido testigo en alguna ocasión, que si el paciente o la familia necesita el auxilio espiritual de un rabino si es judío, o un pastor de Testigos de Jehová, se les ha enviado. En esos momentos el consuelo más cercano casi a un psicólogo que a un representante espiritual, no se paga con nada, pero ahí están los “protestandos” de siempre manifestando que con su dinero ¡no!
Pues qué quieren que les diga, yo soy una persona que, aun católico practicante, soy respetuosa, ante todo, y sea de la religión que sea, ¡con mi dinero sí!

A esas personas que se revuelven cual posesas cuando se esgrime cualquier información un apoyo público a la religión (repetiré hasta la saciedad que España es un estado aconfesional no laico, “non chamemos burro ao cabalo”), sobre todo si es la católica, entonces ya la cosa se multiplica. Les he de decir que un innumerable grupo de personas como yo somos tolerantes y de verdad, no como ellas, ya que, siendo contrarios, por ejemplo, a la práctica del aborto en centros públicos.



Y aunque “con mi dinero ¡no!”, porque no soy partidaria de esa acción, no seré yo quien denuncie, condene, juzgue, ni me rasgue las vestiduras por quien lo practica ni lo sufre, porque si duda es un sufrimiento. Eso es ser demócrata, lo de los otros, tiene otro nombre que a ellos les aborrece, pero practican, ¡fascismo!

Y aunque no me gusta que con mi dinero se haga esto, tampoco me gustan los espectáculos bochornosos que algunos representantes públicos abanderados de esa “nueva política”, hacen con lo que aporto a las arcas públicas.



La sinvergüencería del senador de Compromiso (Compromís) ante la pregunta elevada al Gobierno sobre la existencia de un protocolo de seguridad ante una “apocalipsis zombi”, tiene delito.

Una que algo sabe de actividad parlamentaria y de los cientos de preguntas elevadas a los gobiernos estatal y autonómico, no me extraña que muchas ni sean contestadas como denunciaba el ínclito senador; es más, si llegan a saber los ciudadanos el cachondeo que se traen copiando y pegando textos de internet, o copiando y pegando el mismo contenido conchabados entre las distintas fuerzas de la oposición, a lo mejor se produce ese “apocalipsis” pero de los españoles hartos de tanta falta de seriedad en el ejercicio de este “personal” en sus cargos.

Los españoles esperamos propuestas estudiadas y analizadas a conciencia a los problemas con los que nos encontramos a diario, estemos de acuerdo o no, debería ser el objeto de su trabajo, no la “carallada”, y perdonen esta expresión, a la que asistimos a diario.

Porque si esto ya era poco, la actual “vanguardia del proletariado español”, tapiza de vinilos un autobús de la vergüenza, a lo que repito “con mi dinero ‘¡no!”, porque eso no es una campaña política, eso es una “pusilanimidad condenatoria” con el más sentido troskista y goebbleliano propagandístico dictatorial, incluso hasta inquisitorio, cuando paseaban a los culpables ante la masa para su linchamiento colectivo.

Los condenados ya están en prisión, los procesados camino o no de ella (ahí hablará la Justicia), pero los que nunca han sido juzgados no pueden ser paseados ante la vista de todos como tales. El derecho al honor está regulado en nuestra Constitución, y si hay pruebas, a los tribunales, para eso están.

Con el dinero de los impuestos de todos, esperamos conseguir réditos que nos hagan la vida más fácil, y no queremos los españoles de bien, que se dilapide lo que tanto esfuerzo nos cuesta con estas estupideces faltas de toda consistencia democrática.
Los casos de corrupción merecen, incluso un tratamiento especial, y mi sentimiento se queda corto si le dedico el título de este artículo de opinión, me quedaría corta, pero mi educación hasta me impide describir el asco que siento.



Yo humildemente, pero con la mayor de las contundencias manifiesto a todo lo expuesto, “con mi dinero, ¡no!”.


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