EL MONSTRUO DE FRANKESTEIN, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 17 de diciembre de 2017
¡Quién le iba a decir a Mary Shelley que, casi 200 años
después de la publicación de su Monstruo de Frankestein, podríamos utilizar el
sustrato de su personaje para asimilarlo a la creación de otro engendro!
La autora a lo largo de su obra parece estar diciendo que
nosotros como sociedad obtenemos los monstruos que nos merecemos. Es decir,
que, si descuidamos y rehuimos a las personas de conductas inaceptables para la
sociedad, creamos asesinos en serie; aunque tenemos otra opción, la que conecta
con una de las moralejas más importantes del libro, y que viene a significar
que, como sociedad tenemos la responsabilidad de poner remedio a las acciones
de esa colectividad con conductas inaceptables en el sistema legal y
democrático en el que vivimos.
Y claro está, el crear un monstruo es lo que tiene, no se
puede controlar; sobre todo, si el "padre de la criatura" mira hacia
otro lado, consintiéndole a la vez que, y desentendiéndose de él, como si no
tuviera nada que ver con la aberración a la que había dado vida.
Pues he aquí una terrible quimera la que hemos creado,
porque la hispanofobia también ha sido erigida a base a la implantación de
porciones de odio, vergüenza y muerte; los mismos que destapaba Zapatero, como
Pandora, a través del instrumento legal más desastroso de la historia
democrática española. La Ley de Memoria Histórica.
Lo cuento desde la humildad y el convencimiento de la
existencia de cuestiones que, sin olvidarlas, lo que no es conveniente es adaptarlas
a las necesidades del momento porque según las necesite, para cubrir el
expediente, un político sin consistencia ni contenido. Y siempre que hago
referencia a este tema, y si es que hablando de las consecuencias de una guerra
se puede utilizar algún adjetivo conciliador, así lo intento, ya que mi opinión
no es sesgada, porque la que les escribe tiene víctimas cercanas en su familia
de ambos bandos. Y porque a mí me han contado las dos versiones más terribles
de esa misma historia.
El volver a jalear odios que se estaban intentando
superar por el bien común, aliñados con la condescendencia y el “buenismo”,
practicados especialmente en estos últimos años, no han hecho otra cosa que
alimentar el engendro de la hispanofobia que lleva años matando españoles.
Como expresa Mary Shelley en su obra, es necesario
aceptar la existencia del mundo del monstruo, pero aceptar su existencia no es
concederle un cheque en blanco. Aceptar la existencia de toda una problemática
indica, que se ha dado el primer paso en aras de una solución. Pero claro, los
monstruos son feos, aberrantes y peligrosos, por lo que es más fácil mirar
hacia otro lado.
"Y de aquellos polvos estos lodos", y como
ejemplo, el devastador ataque por la espalda lleno de rabia y saña (lo dice la
autopsia, no yo) que, llevó a la muerte a un señor por llevar puestos unos
tirantes con la bandera de España, su país. Víctor Laínez, presuntamente
(y me fastidia en demasía utilizar este término, aunque hasta el momento lo
debo utilizar), fue asesinado a golpes de una barra de hierro propinados por un
hijo de la hispanofobia, miembro de las camadas gestadas en la etapa de
gobierno socialista del señor Zapatero.
Es absolutamente incomprensible qué en un país de la
tradición histórica como el nuestro, se ponga en entredicho el uso de uno de
los símbolos de la representación del Estado, que somos todos,
independientemente de la tenencia partidista de cada uno como es su bandera, y
que, aunque de tela, señores y señoras hispanófobos, no es un trapo, y les
guste a ustedes o no, también les representa.
Quiero decirle a este tal Lanza, el presunto asesino del
señor Laínez, de nacionalidad italiana y origen chileno además de, nieto de un
almirante connivente con Pinochet, que si España no le gusta lo tiene muy
fácil, que le largue; eso sí, primero que cumpla lo que el tribunal dicte, y
después, ¡hasta nunca!, y cuanto antes mejor; porque vistos sus antecedentes de
agresión a un guardia urbano, condenándolo a la tetraplejia y destrozándole la
vida en 2006, este engendro jaleado por Pablo Iglesias, y subvencionado por Ada
Colau ..., no es aconsejable que ande suelto por las calles.
Y lo digo alto y claro, porque estamos ante un caso de un
crimen de odio, y más concretamente de un crimen por una forma de odio que
siguen fomentando algunos partidos políticos, los cuales tienen cargos públicos
en el sistema político español, y disfrutan de subvenciones que pagamos todos
los españoles, el mismo sistema y la misma gente que ellos tanto odian. De ese
odio por el que pasan de puntillas una parte de los medios de comunicación y de
los tertulianos televisivos, no vaya a ser que les llamen “fachas” (si es que
alguno de los unos y los otros sabe el verdadero significado de este palabro),
y que son los mismos que se escandalizan y empiezan a pedir sanciones y
condenas por cuestiones nimias, dejando me mentar las de gran calado. Y me
refiero también a ese odio alimentado en la alcantarilla de las redes sociales,
en donde habita la ralea fanática.
Sinceramente creo que, ¡ya está bien!, no se puede
consentir lo que está pasando. No podemos permitir que alguien esconda y
justifique con su entorno ideológico, los delitos que comente, aunque en este
caso, y por el momento, al lado del nombre y apellido de Rodrigo Lanza he de
añadir el adjetivo presunto.
Los delincuentes son delincuentes, los asesinos son
asesinos, solo ellos son dueños de sus actos y de sus consecuencias.
No obstante, debemos tener cuidado con los monstruos que
creamos y alimentamos, y cuando digo esto, me refiero a los de cohabitan con
nosotros hoy en día, a los que son de verdad; porque, a fin de cuentas, el
único ficticio del que hablo y que nunca nos hará daño, es el monstruo de
Frankenstein.
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