¡LLEGÓ AGOSTO! artículo publicado en Diario de Pontevedra el 7 de agosto de 2017

Esta semana inaugurábamos agosto, el octavo mes del año que tal y como lo conocemos hoy se debe al calendario gregoriano, aunque su nombre tiene un curioso origen dentro del que se utilizaba entonces, hasta que el Papa Gregorio XIII lo sustituyese en 1582.



Haciendo un breve paseo por la Historia y retrotrayéndonos al año 24 de nuestra era, Octavio Augusto siendo emperador de Roma fue quien cambió la denominación del sexto mes del calendario romano, así sextilis pasó a denominarse augustus.


No sé si a ustedes les pasa lo mismo que a mí, pero he de confesar que agosto es mi mes favorito.

No sé si será el sol, el poder disfrutar más de la playa, o por las vacaciones de verano, las fiestas de La Peregrina, que también, pero hay algo más importante que todo eso, el reencuentro con las personas que más quiero.

Este pasado viernes la producción de endorfinas alcanzaba máximos exponenciales, nos volvimos a reunir los amigos de siempre, esos que son la familia que uno elige y que pase el tiempo que pase sin verlos, es como si nos hubiésemos encontrado aun ayer.

No hace mucho tiempo consultaba un estudio desarrollado por la Universidad de los Ángeles en California, Estados Unidos (UCLA) cuyo contenido versaba sobre el bien que hacen los amigos.


Después de largos años de investigaciones, se identificó que existen sustancias químicas producidas por el cerebro que ayudan a crear y mantener lazos de amistad.

Y por ejemplo, cuando la oxitocina se libera como reacción frente al estrés, surge la necesidad de reunirse con amigos; al estar en su compañía, se produce una cantidad aún mayor de esta hormona, que reduce el estrés más agudo y provoca un efecto calmante.

De ahí su consideración como la hormona del amor, la hormona responsable de que queramos, seamos fieles, compasivos, amables…, y hasta el milagro de poder traer al mundo a los bebés.
Tras varios estudios centrados en ese núcleo de investigación, se demostró que los lazos emocionales verdaderos y leales contribuyen a reducir el riesgo de padecer enfermedades ligadas a la presión arterial y el colesterol. Y bien es cierto que el que no establece relaciones de amistad, no muestra los mismos resultados en su salud.

Tener amigos nos ayuda no solamente a vivir más, también a vivir mejor.


En el estudio se indicaba que cuantos más amigos tengamos, mayor es la probabilidad de llegar a viejos sin problemas físicos y llevando una vida plena y saludable.

En este mismo estudio se observó cómo la amistad ayuda a superar los momentos más duros de la vida, y se percibió que quien puede confiar en sus amigos reacciona sin que decaiga su salud, la cual se recupera en un lapso menor que aquellos que no tienen en quién confiar.

El estudio concluye que la amistad constituye una fuente de fuerza, bienestar, alegría y salud.

Si desde el punto de vista saludable es más que aconsejable la práctica de la amistad, no menos lo es desde el punto de vista sociológico.


Todos los estudiosos y profesionales de sociología damos una importancia capital al sentido de pertenencia a un grupo, ya que se consolida como un sentimiento de arraigo e identificación de un individuo con esa comunidad o con un ambiente determinado.

Y es precisamente esa identidad la que genera en la persona un compromiso con la construcción de significados que a la larga formarán parte de la memoria personal y del grupo al que se siente pertenecer.

La participación en la construcción de esta memoria es activa y continua e implica un compromiso con desarrollo tanto personal como del grupo y del lugar, y por ejemplo, aquellos formados en la adolescencia, con todo lo que implica para el desarrollo de la persona hacia dentro y hacia afuera, son los que más perduran a lo largo del tiempo.

Pues si esto es así, que tiene todas las papeletas para serlo, quizá los amigos que nos hemos reunido este pasado viernes en una de esas fiestas de las cuales siempre hay un antes y un después, creo hasta podríamos llegar a ser un perenne y saludable grupo de inmortales.
Ya hace algún tiempo rondaba por la cabeza de algunos de ellos el reunirnos, porque bien es cierto que de una manera mayor o menor mantenemos contacto entre nosotros, pero hacía muchísimos años que no hacíamos una “xuntanza” de esas que según el estudio de UCLA nos han alargado la vida.

El colofón al esfuerzo de Rosana J., de Cristina y Miro fue la cena que disfrutamos y bailamos rememorando nuestros mejores pasados tiempos cuando la pandilla no se separaba nunca, aquel grupo de amigos donde comenzamos a experimentar todo tipo de complicidades y emociones que nos han marcado en buena (y tan buena) medida para llegar a ser los hombres y mujeres que somos.


A las dos Cristinas, Chema, Paco, Rosana J., Natalia, Patricia, Rocío, Marinela, Susana, Alfredo, Juan, Cris, Carlos, Julio, Juan, Pepé, Pablo, Chou, Olga, Angel, Marta, Luispi, Alberto, Luis, Belén y Serafín así como los que no estabais en persona, muchas gracias por estar siempre y seguir ahí.

Con este humilde pero cariñoso homenaje a mis amigos, pretendo hacerlo extensivo a todos ustedes con los suyos, y que de esta manera seamos menos individualistas y aprendamos cada día a compartir, y a querer más y mejor, en definitiva, a ser mejores personas.




En este mes de asueto generalizado, quise dejar de lado los temas políticos sobre los que reflexiono a lo largo del año, y hacerlo con uno que siempre debería de ser actualidad, la amistad, y disfrutar de los buenos ratos que nos regala este mes octavo del año, en el que como en diciembre prácticamente todos vuelven a casa; así que aprovechando el calorcito y sol compartamos nuestra vida con los que más queremos porque ¡llegó Agosto!



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