LA MAJESTUOSIDAD DE SU MAJESTAD, artículo publicado en el Diario de Pontevedra el 27 de diciembre de 2015.

Sinceramente, dudé entre estas dos acepciones a la hora de dar cuerpo a este artículo.

Y lo digo precisamente, porque ambas son  las que podríamos utilizar para referirnos a nuestro Rey, Felipe VI.


La primera de ellas,  Majestad, la utilizaría como término protocolariamente correcto ( además del de Señor, depende de la circunstancia) para dirigirme a su persona.

Pero en este caso, me voy a decantar por la segunda, Majestuosidad, porque es la que mejor define su posición en estos, nada fáciles momentos para España.

Si utilizamos como base la definición de Majestuosidad, nos encontramos que responde a la condición o aspecto de una persona o cosa que por su solemnidad, elegancia o grandeza es capaz de infundir admiración y respeto.


Y nunca mejor dicho, ya que admiración y respeto, Señor, es lo que vuestra Majestad se ha ganado de todos los españoles y españolas de bien, tras la intervención tradicional navideña de esta pasada Nochebuena.

Nuestra  Constitución Española de 1978, que algunos insensatos ya quieren derogarla por vieja y a los cuales remito a la de los EEUU aun vigente desde su ratificación en 1788, nos deja bien claro el papel del Rey. Y que yo recuerde, una intervención a tal altura de las circunstancias, solo ha sido una efectuada por el entonces Rey Juan Carlos I, la noche que se dirigió a la Nación española tras el golpe de Estado del 23 de febrero para garantizarnos la democracia.

No quiero que se me mal interprete. Son dos situaciones absolutamente distintas, ya que gracias a Dios,  vivimos en democracia y ha hablado el pueblo ; pero no dejan de tener el trasfondo de incertidumbre, de falta de consenso y de falta de respeto a la ley.

Cuando esto ocurre y obedeciendo al artículo 56 de nuestra Carta Magna, toma forma la verdadera acepción que el Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones..., y aunque lo hace ejerciendo las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes; no deja de ser esa figura que representa que todos somos parte de UN SOLO TODO, ESPAÑA.


Hace un año yo les hablaba de esa misma intervención navideña, de los mensajes importantes que transmitió, y de los símbolos que utilizó para tal acontecimiento. Y aunque no faltó la bandera de España, se dio más importancia a la consideración de cercanía, más que de solemnidad. El mensaje se transmitía desde una estancia hogareña de la Zarzuela, con un árbol con luces en el jardín que se dejaba entrever por la ventana. Al lado del monarca las instantáneas con sus hijas y su esposa . Un poco más alejado del plano principal, la bandera de España, una foto con sus padres y el tradicional Belén.

Nada que ver con el escenario elegido para este año. Evidentemente,la ocasión y las circunstancias son otras, y la idea de majestuosidad debía de imperar sobre las demás.

España, se encuentra en una situación especialmente preocupante, marcada por el desafío separatista y unos resultados electorales que dificultan su gobernabilidad. circunstancias éstas, que traerían consecuencias nada deseables para el país, y en especial ahora que estamos saliendo de la crisis, que en el mundo civilizado nos vuelven a tratar con respeto, y algunos nos ponen como ejemplo a seguir.

Por eso era necesario cambiar la forma y el fondo del mensaje.

Y este año nos encontramos con el monarca allí sentado en medio del imponente Salón del Trono del Palacio Real, reforzando su imagen de Rey. Felipe VI se nos presentaba como garantía de unidad, permanencia, moderación y arbitraje.

A través de los sucesivos mensajes de la alocución, se nos invitaba a hacer uso de la sensatez de la que somos dueños todos los españoles, y a la voluntad de entendimiento que nos ha hecho grandes a lo largo de la Historia, y a hacer uso del orgullo de sentirse y ser español. En palabras de Ricardo La fuente, “ … la octava maravilla que puso Dios sobre la tierra...”.

Precisamente invocando a las cosas que nos unen, que no son pocas, apelaba al sentimiento de creernos que somos una parte de un TODO, y a anteponer los intereses generales a los partidarios y partidistas.

En este tiempo de Navidad, espero que papá Nöel trajese cordura y sentido de Estado a líderes de partidos políticos que ya han tenido responsabilidades de gobierno en España. Esperemos esta en lo cierto, y que hoy domingo en la reunión preparatoria del Comité Federal del PSOE, la baronesa y los barones , hagan entrar en razón el señor Pedro Sánchez.

No voy a dar pábulo a la pandilla de indocumentados, egoístas y partidarios que lo único que miran es su ombligo. Pero si me veo en la obligación de contestarle a algún indocumentado imberbe,, que hasta los casi dos metros de altura física nuestro Rey, se han quedado pequeños en relación a la altura de la forma y fondo del discurso que en Nochebuena nos ha dirigido al pueblo soberano.

¡Bravo Señor!, y aunque soy consciente que la Constitución le marca mucho en sus quehaceres, y así debe seguir siendo. Debo agradecerle su saber estar.

También debo felicitarle, además de las Fiestas, la grandeza, distinción, y nobleza que destiló en su discurso navideño; así como el respeto y la admiración que su Majestad inspiró en todos y cada uno de los españoles de bien.

Gracias Majestad, por su Majestuosidad.









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