EL "DESPODER", artículo publicado en Diario de Pontevedra el 23 de julio de 2017
Quizá con
el tiempo la RAE acepte como vocablo “despoder” y lo haga debido a su continuo
uso, al igual que ha hecho con el término “iros” hace unos días. Sinceramente
es la primera expresión que me ha venido de nuevo a la mente cuando este miércoles
a mi móvil llegaba la noticia de la muerte de Miguel Blesa.
De nuevo se
hacía manifiesta la peor cara de las redes sociales la “posverdad”, la
confusión y el ensañamiento.
No seré yo
quien defienda a personas con esa trayectoria vital, pero tampoco me alegro ni
hago mofa de la muerte de nadie.
De nuevo,
otro óbito se suma a la «lista negra» de personajes públicos relacionados con
la corrupción que se quitaron la vida o fallecieron víctimas de la presión que
produce la situación de encontrarse absolutamente desprovistos de las armaduras
que concede la ostentación del poder.
He oído y
leído historias de todo tipo, hasta de lo más rocambolescas, y he de decir que
no comparto para nada todo aquello que se circunscribe a las teorías de una
conspiración.
He de
confesar nuevamente el impacto de numerosos comentarios fuera de tono, de
realidad y de humanidad. Sinceramente,
las personas que emiten sus opiniones en los diversos medios de comunicación y
en especial en las redes sociales, deberían de ser más cautelosas y obligándose, al menos como hacemos los demás, a informarse y
documentarse antes de lanzar lo que primero se le pasa por la cabeza, teniendo
en cuenta que todo llega al gran público.
Miguel
Blesa en esta ocasión, al igual que muchas otras en su situación a lo largo y
ancho del globo, no son víctimas de ninguna caza de brujas, son víctimas de sus
propios actos, como al final y de alguna manera lo somos todos.
Ahora bien,
personas que han ejercido de dioses plenipotenciarios, cuando son expulsados
del Olimpo como Apolo, Ate o Tifón, desprovistos de todo poder anteriormente
ostentado, se inmiscuyen en una espiral de no aceptación de la realidad que les
lleva, no en pocos casos, a quitarse la vida.
Es este un
tema muy delicado y muy serio, pero existen un gran número de casos objeto de
estudio de la ciencia, que así corroboran esta tesitura.
Nadie sabe
lo que pasa por la cabeza de esas personas que toman esa horrible decisión,
pero bien es cierto que el desorden psicosomático se produce debido a una combinación
múltiple de factores de todo tipo.
Y no lo
digo yo, la propia Organización Mundial de la Salud advierte de ello en
numerosas ocasiones, llegando a hacer advertencias tales como “que una persona
se suicida en el mundo cada 40 segundos”. Se trata de un titular aparecido en
el diario El País, que esconde tras de sí algunas otras cifras igualmente
estremecedoras aportadas por la propia organización, añadiendo que cada año se
suicidan casi un millón de personas; que en los últimos 45 años las tasas de suicidio
han aumentado en un 60% a nivel mundial, y que tradicionalmente esas mayores
tasas de suicidio se han registrado entre los varones de edad avanzada.
En este
caso el “despoder” de quien tuvo todo, con una vida llena de lujos desmedidos,
un ejercicio de autocracia sin límite durante mucho tiempo, y la práctica de
una altivez más digna de un rey absolutista y despótico que de un alto
directivo de una entidad financiera, se quedó sin nada, y lo que quizá sea
peor, sin nadie.
Bien es
cierto que el solo cinceló las consecuencias que le llevaron a ser condenado a
seis años de prisión por las tarjetas black y el estar inmerso en diferentes
causas judiciales por los sobresueldos en Cajamadrid, las preferentes o el caso
del Banco de Florida.
Aquel
sifrino ritmo de vida protagonizado por el dispendio exacerbado, el opaco
aprovechamiento de las circunstancias de su posición, los tres millones de
euros que cobraba al año (eso era lo oficial), el caviar y los Vega Sicilia con
los que se agasajaba, los viajes y tanta otra pompa y boato, desapareció.
La imagen
del antaño atractivo y todopoderoso banquero se deterioraba día a día, casi no
podía salir de casa por los ataques continuos de los desesperados
preferentistas, eso contaba a los más cercanos, como también que tenía que
ayudar en las labores de casa y comer los sándwiches de las máquinas
expendedoras en los recesos del juicio de las tarjetas black porque no tenía ni
un euro…
No seré yo
quien haga leña de un árbol caído, pero no se puede jugar con fuego, y las
consecuencias hay que asumirlas, aunque la manera en la que se produjo este
desenlace fue de las más tétricas.
Para Albert
Camus “El suicidio es el único problema filosófico serio”, y aunque nunca
sabremos con certeza lo que este hombre como muchos otros suicidas estaba
sintiendo, lo que sí está claro es que no existe ningún contubernio, y lo que
es verdad, como en muchos otros casos, es que algunas personas no son capaces
de asumir el “despoder”.
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