TAL DÍA COMO AYER, artículo publicado en DIARIO DE PONTEVEDRA el 2 de julio de 2017



Este pasado jueves se abría la Puerta de los Leones en la casa de todos los españoles, en el foro de la democracia personificada en todos y cada uno de los representantes, que de forma individual, directa y secreta elegimos en las urnas.

Se abría como en cada acto solemne, tal y como marca el protocolo en estos casos, y lo hacía para conmemorar el 40 aniversario de las primeras elecciones generales de nuestra democracia, el 15 de junio de 1977.



Hasta ahí, todo en orden; pero a veces las casualidades parecen no serlo tanto, o sí, y dos días después de esta ceremonia en el magno edificio de la Carrera de San Jerónimo, es decir, tal día como ayer, se cumplían 41 años del primer paso hacia la democracia.

Y de eso no he oído hablar como merece la ocasión, y como tal día como hoy el dos de julio de 1976, las portadas de los periódicos inauguraban las ediciones con la noticia de la dimisión del hasta entonces presidente del Gobierno de España.

Todo comenzaba el 1 de julio de 1976, cuando tras una tensa reunión con el Rey Don Juan Carlos, Arias Navarro abandonaba la silla presidencial.


Ese fue el primer paso hacia la instauración de la democracia en España, y su actor principal, precisamente la única persona viva que, en la conmemoración de tan importante efeméride el pasado jueves en el Congreso, no estuvo presente en el conmemorativo en donde se reconoció el mérito, el esfuerzo, el consenso y la ejemplaridad que ha sido reconocida a lo ancho y largo del mundo, aunque muchos pretendan ensombrecer con tergiversaciones cainitas “ad hoc” y en su propio interés partidario.

Vaya mi respeto por delante a las decisiones tomadas por la actual Casa de Su Majestad el Rey, pero sinceramente, soy de la multitud de personas, y no solamente españoles, que consideramos que Su Majestad el Rey Emérito Don Juan Carlos I tendría que haber estado allí.

Una que algo sabe de Protocolo de Estado, está convencida que él tenía que tener allí su lugar, aunque no tan notable como el que la historia de España le confiere, pero sí uno de gran relevancia, el mismo que cada uno de aquellos que no siendo monárquicos y tras reconocer su papel excepcional en la Transición Española, siempre se considerarán “juancarlistas”. Reitero mi convencimiento, “Señor, deberíais haber estado”.


Y de recibo es destacar el lugar que sí le concedió en su discurso, además del propio Jefe del Estado, la Presidenta del Congreso de los Diputados. De nuevo, señora Ana Pastor, ha vuelto a demostrar qué como usted, pocas personas están a la altura de las circunstancias, y así todos pudimos observar las ovaciones contundentes, vastas y sonoras que los presentes dedicaron cada vez que usted aludía a la figura de Don Juan Carlos a lo largo de su excelsa alocución.

Y es que debemos ejercitar nuestra memoria, o releer más la Historia de vez en cuando, y así no olvidaríamos qué en aquel 22 de noviembre de 1975, en el primer «Mensaje de la Corona», tras haber jurado ante las Cortes, el recién coronado entonces Rey Don Juan Carlos I exponía en su intervención a los presentes cuestiones tan relevantes como las siguientes: «Hoy comienza una nueva etapa de la Historia de España. Esta etapa, que hemos de recorrer juntos, se inicia en la paz, el trabajo y la prosperidad, fruto del esfuerzo común y de la decidida voluntad colectiva. La Monarquía será fiel guardián de esa herencia y procurará en todo momento mantener la más estrecha relación con el pueblo (...) La institución que personifico integra a todos los españoles, y hoy, en esta hora tan trascendental, os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a España. Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional (...) Deseo ser capaz de actuar como un intermediario, un guardián de la Constitución y un defensor de la justicia (...) Protegeré las leyes y vigilaré que sean cumplidas; la justicia será mi guía y seré consciente que el servicio del pueblo es el fin que justifica toda mi función (...)”.


El discurso ahí queda para la Historia, pero no fueron solo palabras, los hechos corroboran que sin el abnegado compromiso y el arduo trabajo que Don Juan Carlos ya anunciaba a través de sus palabras, hoy España no sería un país demócrata como lo es.

Y no lo digo yo, ahí está el camino andado, en donde la extraordinaria figura del hoy Rey Emérito (me consta que no le gusta nada que le llamen así, pero ese es su tratamiento protocolario, que lo tiene, aunque algunos parezcan “olvidarlo”) era respetada día a día y yendo a más como ninguna otra.

A lo largo de estos años han quedado constatados muchos e importantes hechos en donde se veía el respeto que infundía su figura. Por ejemplo, cada vez que Don Juan Carlos llamaba a cualquier Jefe de Estado o de Gobierno de un país, sin titubear descolgaban el teléfono a la primera de cambio.  Y ya no digamos, cada vez que llegaba en viaje oficial como Jefe de Estado de España, los honores que le correspondían se quedaban en poco al recibimiento que le conferían.

Pero he aquí señoras y señores, de nuevo esta moralina quijotesca que nos caracteriza a los españoles, se celebra la democracia sin invitar a quien la propició.

Quizá algún día lleguemos a conocer el por qué de su ausencia personal en el Congreso de los Diputados este pasado jueves, o no.
Lo que sí os puedo asegurar es que estuvo más presente que si hubiera estado, que en mi humilde opinión la decisión tomada además de no ser correcta, ha tenido un efecto boomerang, produciendo una consecuencia tal en donde ausencias puntuales como ésta se convierten en presencias eternas.



 Señor, deberíais haber estado el jueves allí, pero al ser historia ya no dejaréis de estar nunca; y aunque alguien no lo quiera ver, yo hoy pongo en valor el recuerdo del inicio del camino de España hacia la democracia de la mano del Rey Don Juan Carlos; cumpliéndose 41 años, tal día como ayer.

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