"SI ESTO SIGUE ASÍ...", artículo publicado en Diario de Pontevedra el 8 de abril de 2018

El 22 de noviembre de 1975 las Cortes Españolas proclamaron Rey a Don Juan Carlos I.


Yo, que tenía 6 años, aún recuerdo estar sentada ante aquella monumental televisión en blanco y negro con mi abuela, esperando con ahínco que aquel cetro y aquella corona, que para mi desilusión permanecieron toda la ceremonia sobre un cojín de terciopelo, hubiesen sido colocadas sobre la cabeza del monarca y sus brazos; como cualquier otra solemnidad del mismo cariz, que había visto en alguna película, leído en algún cuento, o en algún libro de historia, con la capa real de armiño, el cetro, el orbe, la espada, etc.

Con el paso del tiempo y hablando de este acontecimiento en alguna que otra ocasión con familia, amigos, compañeros o allegados, siempre comento esta anécdota producto de mi imaginación sin límite, cosa lógica de la edad, y, sobre todo, por el desconocimiento por entonces, de lo que era una monarquía parlamentaria.

El cumplir años, la entrada en uso de razón, el crecimiento personal gracias a mis profesores, y a una educación adicional multidisciplinar, y pluriideológica, sin interferencias “malignas”, lo que tenía que haber ocurrido aquel frío día de noviembre de 1975, fue lo adecuado. Aunque no puedo ocultar, que siempre que se habla de corona, lo primero que me viene a la cabeza, es la de Recesvinto que imperaba en una fotografía de un libro de la asignatura de historia que, en EGB mi profesora Rocío Gulías explicaba como nadie.


Dicho todo esto, lo que verdaderamente hay que tener en cuenta, y hacerlo sin acritud y de una forma aséptica, es el reconocimiento del papel que la Constitución Española de 1978, por ende, todos los españoles votando en democracia (por mucho que sigan cacareando algunos), le hemos conferido a la institución de la Corona, y como consecuencia, a la Monarquía española a la que le debemos mucho.

Porque a la Monarquía le debemos que siga existiendo una España como tal, le debemos que volviese la democracia, y más si cabe, desde la transición, el 23-F o la intentona independentista, ya que siempre ha estado ahí como referente de unidad, y funcionar así, como un bálsamo estabilizador en los momentos convulsos la democracia. Y porque también, gracias a la buena representación de la Monarquía hemos conseguido inversiones extranjeras (trabajo y riqueza para los españoles), y sin duda alguna y en buena medida, el seguir gozando de respeto internacional.

Ahora bien, los tiempos cambian, y la Monarquía española se modernizó día a día. Y no me cabe la menor duda que entre otras muchas acertadas decisiones, fueron las tomadas por los entonces Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, (por citar alguna), con su predicamento de normalidad al decidir que sus hijos, recibiesen educación en colegios e instituciones públicas, y que interactuasen con total normalidad con niños, niñas, chicos, y chicas de su generación. Así debió ser, así debe seguir siendo con las hijas del actual Rey Felipe VI.

Pero la adaptación a la normalidad no debe ser confundida con la vulgaridad, y sobre este tema se han escrito océanos de tinta, y en especial esta semana tras el triste incidente ocurrido a la salida de la Seu de Palma de Mallorca el pasado domingo de Resurrección. 


Porque parece mentira que una persona protagonista de uno de los actos más significativos de normalidad y de adaptación de la Monarquía española a los nuevos tiempos, hubiese sido la “artista principal”, de uno de los actos más desacertados de los casi 43 años de Monarquía en democracia. 

No tentemos a la suerte, España no pasa por su mejor momento de tranquilidad política, y lo ocurrido este pasado domingo en Palma, no hace sino, acrecentar los ánimos republicanos. Y aunque la forma de estado conocida como República, no es ni mucho menos ese monstruo con cuernos y rabo que algunos, y de forma sesgada pretenden demonizar, (ahí tenemos Alemania, EE. UU., Finlandia, Francia, Irlanda, Islandia, Méjico, Rusia, etc.), en España con nuestra Monarquía Parlamentaria, no nos va nada mal.

Por ello apelo a la cordura, y que la ejerza con mano firme quien le corresponda, porque España está viviendo un momento delicado.

Por un lado, con un movimiento independentista que, sin fundamento alguno o sí, (para confundir bajo una ilegal “estelada” e ilícito “procés”, el disfraz de un saqueo sin precedentes en Cataluña por parte de una “familia” que sigue campando a sus anchas, y que tiene a la mitad de sus marionetas prófugas), daña tanto a España que seguimos necesitando un referente de unidad.


Por otro, porque una extraordinaria mujer, que como ella solo hay una en el mundo (bisnieta, nieta e hija de reyes, hermana, esposa y madre de Rey, y sin duda si hubiese nacido hoy como hija primogénita de los Reyes Pablo y Federica de los Helenos, hoy ella sería la monarca griega), y para la cual y como he dicho y escrito en alguna ocasión la palabra Reina fue inventada para ella, sufriese un desagravio público tal, como el acontecido el pasado domingo en Palma de Mallorca, por quien le debe su estatus de consorte de Rey hoy día. 


Mucho cuidado con las formas, y lo que es más preocupante, con el fondo, ya que el horno no está para bollos, y menos para “pollos”, porque, ¡si esto sigue así…!

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