¡AY "PUENTIÑO" ADIÓS!, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 30 de junio de 2019
Aún lo recuerdo cuando
solo había dos, éste mismo y el de A Barca.
Y lo tengo especialmente grabado en mi memoria, ya que lo cruzaba de la mano de
mi abuelo cuando le acompañaba de niña algún que otro domingo al fútbol a ver al Pontevedra CF a Pasarón.
Pero ese mismo puente
que durante años atravesaba para ir al colegio de la Junquera1 cuando estudiaba la antigua EGB, ya nunca volverá a ser
el mismo.
Les confieso que me da
una pena de dimensiones incalculables, ya que este el puente de O Burgo, fue el
primer puente que unió los dos márgenes del río Lérez en la ciudad de que me
vio nacer, y que construyeron los romanos convirtiéndose una de sus principales
vías de comunicación: la vía romana XIX; precisamente de ahí el nombre de
nuestra ciudad, del término latino pontem
veteram ('puente viejo')
Para su reconstrucción
siguiente, debió esperar hasta el siglo XII, donde existen las primeras
referencias que datan concretamente del año 1165, cuando los reyes Fernando II
de León y Galicia y Alfonso de Portugal firman la paz super flumen Lerice in vetula ponte, refiriéndose
el puente viejo a la antigua ponte romana, aguas abajo de esta.
Originalmente contaba
con 15 arcos y dos estribos de 30 metros, pero se fueron enterrando arcos en
las dos orillas. En 1953 y 1954 se llevó
a cabo una gran reforma y ampliación.
En la actualidad cuenta
con dos carriles para vehículos y aceras para los peones. Se consideró la idea
de cubrir las aceras, pero no se llevaron a cabo las obras por falta de
presupuesto, (menos mal), y en la actualidad está formado por once arcos
rebajados de medio punto y realizado en sillería medieval, modificada debido a estas
reformas a las que he hecho referencia; pero siempre con respeto patrimonial;
no olvidemos que es de paso obligado a todos los peregrinos que, para llegar a
Santiago de Compostela optan por la vía del Camino Portugués.
De nuevo otra reforma
sobre este insigne puente y… ¡Et voilà!, recordemos su belleza y singularidad
en nuestras memorias, así como en la de la historia del patrimonio de nuestra
ciudad, porque ya no lo volveremos a ver así.
Se nos anunciaba que
sería peatonal desde el 7 de marzo de este 2019, cuestión que no me parece mal
teniendo tres puentes que lo flanquean; ahora bien, la obra que se pretende
hacer en nuestro querido puente de O
Burgo, es espantosa; y desde aquí y como pontevedresa que adora su ciudad y
paga sus impuestos en ella para contribuir a su sustento, solicito al
ayuntamiento, que por favor, custodien las barandillas y las farolas, que
luciendo esplendorosas desde hace tantos años a ambos lados del mismo, van a
ser sustituidas por unos diseños que aún no logro comprender.
Si hay que poner en
valor una joya patrimonial de nuestra ciudad, considero que no es necesario, en
absoluto, pegarle semejante “viraje”; aunque debe ser sólo cosa mía porque no
veo demasiadas protestas al respecto, y quizá sea porque ya me estoy haciendo
mayor y me quedan muy lejos las estridencias arquitectónicas propuestas para
esta “presunta” remodelación.
Ya hace uno meses llegó
a mis ojos una fotografía del proyecto de estas obras, que ya está sufriendo mi
querido puente; y les aseguro que no daba crédito. La imagen que lastimaba al
verla se trataba más de un puente de esas ciudades “espaciales” que se nos
ofrecen en las películas futuristas, que a una remodelación de un puente que merece,
ante todo, respeto a su estructura secular.
Les aseguro que, como
conocedora de las normas de conservación del patrimonio, por responsabilidades
laborales que ejercí durante algunos años en esta ciudad y en la provincia de
Pontevedra, me es muy difícil el digerir esta “sobreactuación”.
El pasado viernes leí
en la prensa un titular que me dejó absorta, “Barandilla en pruebas en el puente del Burgo”, pues si está en
pruebas, ¡CAMBIENLA!, porque la verdad es un espanto. Yo que en mis años
universitarios tuve la oportunidad de acompañar a unas amigas que hacían
voluntariado en la prisión de mujeres de Yeserías en Madrid, les puedo asegurar
que vista la muestra de la barandilla “de vanguardia y especialmente diseñada”
para esta drástica, horrorosa e innecesaria obra de ¿remodelación? de mi
querido puente de O Burgo, decirles sinceramente que me recuerda a las rejas
que nos recibieron al entrar en dicha cárcel, y que se cerraron con un golpe
tal, cuyo sonido impresionante jamás olvidaré.
Si se quiere
peatonalizar el puente, me parece bien; pero hay ejemplos de conservación a lo
ancho y largo del mundo para adaptar nuestro puente, no esta obra macabra de
destrucción patrimonial; que sigue exactamente, en la línea de la aberración
cometida, al haber destruido el pavimento antiguo de la “zona monumental” de
Pontevedra, lo que nos ha costado tan caro a sus habitantes, (ya no hablo de
los millones de euros mal empleados de fondos europeos, que también), como algo
que no tiene precio, y es el haber perdido la oportunidad de ser Pontevedra
ciudad Patrimonio de la Humanidad; sí, lo han leído bien. Por cierto, el
pavimento “novedoso” del puente, es de baldosas de piedra nueva que imitan a
esas horrendas, alienadas y uniformes plazas de las construcciones soviéticas,
faltas de “alma”.
Aunque ya hice llegar
mi opinión a dónde correspondía, hoy aquí la traigo y se la hago extensiva para
que reflexionemos si esta es la Pontevedra que queremos; aunque creo que ya es
tarde.
Con mucha pena, y una
impotencia sin límites, reitero mi pesar con esta exclamación, ¡Ay, “puentiño”
adiós!
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