"MORRIÑA DE ROSALÍA", artículo publicado en "Diario de Pontevedra" el 1 de marzo de 2020
Este
pasado lunes 24 de febrero se cumplían 183 años de la llegada al mundo de
nuestra Rosalía de Castro, la mujer que “rompió techos de cristal” que aún hoy
serían difíciles, y lo hizo con el arma más poderosa, la palabra, y a través de
su escritura llegó a ser una de las GRANDES de las Letras en el siglo XIX, aún
más allá de las fronteras “da terra fogar de Breogán”
Luchando
desde niña ante un entorno absolutamente hostil, su infancia no
debió de haber sido nada fácil en la encorsetada y rancia sociedad provinciana
del siglo XIX, (ya que vino al mundo fruto de una relación imposible entre una
mujer de “buena familia”, su madre y un sacerdote); pero el haber sido criada
por sus dos tías paternas, quizá le debió aportar la tranquilidad y el sosiego necesarios
en los primeros años de su niñez; aunque la ausencia de su madre, en esa etapa
inicial, le marcaría para siempre; y bien es cierto, que para un mejor entender
de su obra, basta con hacer un viaje y ver cómo se desarrollaron esos primeros
años, que como en todo ser humano es cuando se forja el carácter y las
emociones que nos van a acompañar a lo largo de nuestra vida.
Pero
Rosalía no se amilanó, ni se quedó
atrapada en su “área de confort”, y saliendo al paso en una machista y clasista
sociedad provinciana del siglo XIX, fue distinta, adelantada a su tiempo, y no
me cabe la menor duda que su ansia de superación ante las circunstancias
sociales que rodearon su vida es lo que le llevó a ser lo que fue y sigue
siendo desde entonces, una de las
grandes en la poesía española del siglo XIX, ya que como poeta comparte
lugar en la Historia con Gustavo Adolfo Bécquer el ser precursora de la poesía
española moderna. Por si ello no fuere suficiente (que lo es), en Galicia es la
colosal escritora que comparte terna con
Pondal y Curros Enríquez, como una de las figuras emblemáticas del
“Rexurdimento”; y no solo por su aportación literaria en general y de forma
más específica por el hecho de que sus “Cantares gallegos” sean entendidos como
la primera gran obra de la literatura gallega; ella ha logrado el lugar que le
corresponde, por ser una mujer adelanta a su tiempo, una mujer excepcional en
una profesión hasta entonces restringida a los hombres, la de escribir; y
hacerlo como defensora de las mujeres, llegando a tildarla, no en pocas
ocasiones y en determinados círculos “machistas”, de molesta feminista del
siglo XIX.
“Venid
ahora vosotras, esclavas mías, hermosas hijas del libre pensamiento, que
lucháis por romper unas cadenas que sólo desata la muerte; valientes amazonas
que no vaciláis en medir vuestras fuerzas con el gigante invisible que os
vence…”
Este
texto que en solo tres líneas dice tanto podría haberse escrito ayer u hoy por
la mañana, pero la importancia del mismo estriba en la magnitud de la época, ya
que es este un fragmento de su libro “El Caballero de las Botas Azules”, que la
compostelana de Castro publicaba en 1867, dejando claro el porqué de su incomodidad
para una parte la sociedad de entonces, en donde recesos y recalcitrantes moradores de la
misma no entendían cómo una mujer se dedicaba a un quehacer de hombres, como lo
era la escritura.
Y
rebuscando en artículos y publicaciones, me encontré con esta otra que
hizo en “Lieders”, un texto publicado en
el “Álbum del Miño” de Vigo, en 1858. Con tan solo 21 años y con un discurso
precoz, crítico y en defensa de la mujer, quedó plasmado en esa gran
declaración: “Cuando los señores de la
tierra me amenazan con una mirada, o quieren marcar mi frente con una mancha de
oprobio, yo me río como ellos se ríen y hago, en apariencia, mi iniquidad más
grande que su iniquidad. En el fondo, no obstante, mi corazón es bueno; pero no
acato los mandatos de mis iguales y creo que su hechura es igual a mi hechura,
y que su carne es igual a mi carne. (…) Yo soy libre. Nada puede contener la
marcha de mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi destino”
Pero
si hay una frase que la catapultó como MUJER DEFENSORA DE LAS MUJERES, en
especial a las gallegas de su época, a las que quiso empoderar denominándolas
“VIUDAS DE VIVOS”. Rosalía visibilizaba así a las mujeres valientes,
emprendedoras, decididas y valedoras que solas y a través de su lucha diaria “y
sin cuartel”, multiplicaban las horas del día y a ellas mismas para sacar a su
familia adelante, las mismas que con su quehacer cotidiano se encargaban del
ganado, de la tierra, o saliendo a faenar como mariscadoras, o en su trabajo como
placeras y pescantinas; pero que por si todo esto fuera poco además debían de
cuidar a la prole que habían engendrado y parido, a los mayores a cargo, y a
veces a otros miembros de su familia.
De
alguna manera en todas y cada una de sus obras refleja este sentimiento de
defensa hacia las mujeres, poniéndolas en valor como el motor económico y
social de Galicia, convirtiéndose así en símbolo sin igual de la vanguardia del
feminismo en nuestra tierra.
Yo
que he leído unos cuantos libros de Rosalía, les confieso mi debilidad por su
“cuasi” biográfica “La hija del mar; su primer libro que dedica a su marido, y
en donde mejor muestra la falta de una madre en los primeros años de su vida,
pero al mismo tiempo es un alegato de reivindicación y de feminismo. Y si tengo
que citar un poema, me quedo con “Negra Sombra”, ya que se me ponen los “pelos
como escarpias” cada vez que lo escucho y desde niña, cuando de manera tan
sentida y bonita me lo canta mi madre.
Mi
querida y admirada Rosalía de Castro quise dedicarte este artículo
dominical para felicitarte el cumpleaños
allá donde estés. No pocos te califican como la abanderada de la morriña y la “patria
galega”; los más, como “La Dama de las Letras Galegas”; otros como la poetisa
española del siglo XIX. Pues yo además de reconocerte todo eso, añado lo que
para mí has significado como mujer luchadora, de valentía sin igual, adelantada
a tu tiempo, y cómo no, de mujer
defensora de las mujeres, y todo un referente del feminismo en Galicia.
He
de decir que en estos tiempos que corren y en pleno siglo XXI, aun serías un
referente excepcional, por lo que de nuevo te doy las GRACIAS, por tanto y tan
bueno. “MORRIÑA DE TI, ROSALÍA”
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