NECESIDAD DE RESPETO, artículo publicado en el Diario de Pontevedra el 20 de marzo de 2016.

España en su inmensa mayoría está ya inmersa en la Semana Santa.


Acaba así para los católicos, la Cuaresma, es decir, el tiempo de conversión interior y de   arrepentimiento o penitencia.

Algunos, los menos, no se lo están poniendo fácil a los católicos, o mejor dicho porque yo me incluyo, no nos lo están poniendo fácil, pero ahí hay que seguir, sobretodo cuando lo que realmente hacemos es ser consecuentes con lo que pensamos y en lo que creemos. ¿ Podrán los menos salirse con la suya ? No creo, y verán porqué digo ésto.


Bien es cierto que a lo largo de la Historia, ha habido períodos de cambios que han sacudido desde lo más hondo, los pilares sobre los que se edificaba la sociedad en cada tiempo, y nuestros días no son ajenos a esa convulsión.

Como sociólogo circunscribo en un sólo concepto, el cambio social, a esta variación de las estructuras de la sociedad conformadas por valores éticos y culturales, normas, símbolos y productos culturales; zarandeados por causas de fuerzas internas y externas en ese devenir histórico. La consecuencia fundamental, el cómo afecta a la forma de vivir y de ver el momento en el mundo de quienes componen ese grupo social.

Por ejemplo, imagínense la reacción del Viejo Mundo ante el descubrimiento de América y posteriormente el de Oceanía. Imagínense por un momento todo lo que trajo consigo la Independencia de Estados Unidos, y el momento en que la Historia cambia con la Revolución Industrial y la Revolución Francesa.

En una época más cercana a nosotros, no podemos obviar los cambios que a velocidad de vértigo se produjeron en el siglo XX.

La repercusión social de Internet, y todo lo que está ocurriendo a lo ancho y largo del Globo desde que inauguramos el siglo XXI, y cómo nos ha repercutido a todos el atentado de las Torres Gemelas, y la más actual crisis económica y social de nuestros días representada con los conflictos bélicos de Oriente Próximo, y el actual éxodo de los millones de personas que intentan llegar a Europa huyendo del horror de la guerra y del hambre. Pues bien, aunque todo esto nos parezca lejano no es así, al contrario, esto nos está afectando a nuestro proceder diario aunque no lo veamos tan cerca.



Y ahora hablo de España, en donde hay que añadir que este cambio social ha sido promovido por aquel famoso 15 M, en donde unos falsos representantes del pueblo, (orquestados por ya sabremos quién, esto se rompe), infectaban con engaños, a una sociedad sacudida por la corrupción política y la crisis económica. Esa efervescencia nos ha llevado a donde estamos ahora, sin gobierno electo, y sometidos a los caprichos de unos niños jugando a ser políticos. Y esto ocurre porque en esa convulsión social, estos mesías atacaron por donde más podía doler, intentando dinamitar la historia (para contarla a su manera), las tradiciones (comparándolas con el opio del pueblo), y el respeto, valor insoslayable para vivir con libertad en la sociedad.

Y aunque en el proceso de adaptabilidad de las sociedades a las nuevas circunstancias lleva su tiempo, hay que tener muy en cuenta  que no todo vale, y que la libertad de cada uno de nosotros termina donde empieza la del otro. Esta es la base de buena convivencia, y se materializa en  un valor que hoy más que nunca parece olvidado, el respeto.


Y ese respeto al que hago referencia es que que nos merecemos los católicos, y respeto se merece el derecho que tenemos a manifestar nuestra Fé de forma pacífica por las calles, en especial en Semana Santa. ¡Ya está bien!.

Y además, porque no hemos llegado ahora, porque llevamos muchos siglos con el derecho de ejercer esta tradición en España, y porque somos consecuentes con lo que creemos.




Yo no sé si los menos lo son, porque si no quieren ver procesiones es muy fácil, qué no vayan; si no están de acuerdo con la Semana Santa, que vayan a trabajar el jueves y el viernes; y les digo ésto, porque aunque no comparta con ellos su proceder, les respeto. Es más, les ofrezco otra visión de la Semana Santa, invitándoles a que la respeten desde la óptica económica y turística, es decir, a la cantidad nada desdeñable de ingresos que genera en muchos sectores productivos en los distintos pueblos y ciudades donde se celebra. Estoy convencida que los hoteleros, los hosteleros, los restauradores, los comerciantes y la industria que rodea esta tradición, merecen el respeto de todos, y de los que no creen, al trabajo desempeñado por ellos.

Y precisamente a los menos que pretenden darme lecciones de libertad , yo les digo que me siento muy libre respetando, porque es lo que me permite vivir en cordialidad con el prójimo, sin odios por la Fé que profese ni por ninguna otra cosa.

Llegado este punto, por ejemplo, a mí tampoco me gusta que con el dinero de mis impuestos se sufraguen, actividades, políticas públicas y prácticas médicas que detesto, y no por eso les falto al respeto a quienes lo hacen, no voy ni las apoyo con mi presencia y voluntad y punto.

Además de pelear por ese valor base de edificación de la sociedad democrática y libre que es el respeto, tampoco debemos olvidar nuestra esencia, de dónde venimos. Esa será la mejor fórmula mágica para intentar de la mejor de las maneras conducirnos hacia dónde queremos ir.

Y ya que estamos en el tiempo de la Semana Santa, con toda humildad pero con  la misma contundencia, invito a los menos a que reflexionen. Esto es muy serio.


Yo les digo, que no se puede desatender todo lo que nos aportó el cristianismo como elemento unificador de la Europa de la que formamos parte.

Independientemente de las creencias religiosas de cada uno (mientras no sean vejatorias como ejemplos que estamos viviendo), vivir como seres libres en esa comunidad de comunicación que Jürgen Habermas definía como sociedad es muy fácil. ¿Cómo hacerlo? ejerciendo la práctica necesaria del respeto.


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