QUE NO NOS CONFUNDAN, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 28 de septiembre de 2016

Quizá este artículo de opinión siembre más polémica de la debida, no es mi intención alporizar al personal, aunque llegado este momento y hora, no me da la real gana de quedarme callada durante más tiempo.

No sé si recuerdan ustedes aquella película de Manuel Gómez Pereira, ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?; el film, aunque dejaba mucho que desear, su título lo decía todo. Pues bien, hago este inciso para explicar lo que traigo a colación este Domingo. Cuidado con los embelecos, no nos confundamos.


De nuevo, y como el verano llega a su fin, esta semana hemos sufrido el ataque pertinente de la maquinaria propagandística yihadista al más puro estilo goebbeliano. El todopoderoso aparato, divulgaba estos días en las redes sociales a diestro y siniestro, las fotos de una mujer enteramente tapada en la playa de Niza amonestada por tres policías por sus propósitos proselitistas.

Francia, el país de la libertad, la fraternidad y la igualdad; el país que pretende huir de su pasado colonial; el país preboste de la defensa del laicismo republicano, no podía permanecer impasible ante tal atentado contra la libertad de las mujeres.


 ¡Qué listos son!, ¿por qué han elegido Francia para esta campaña publicitaria estival?, muy fácil, no es nada complicado desatar pasiones encontradas en un terreno castigado brutalmente por el terrorismo de los que obligan el uso del burkini a las mujeres.

Por favor, no sigamos alimentando al monstruo que nos va a acabar comiendo, no seamos tan ingenuos, precisamente juegan con los sentimientos de los que vivimos en países democráticos y libres. Cuidado.

Esta vez el ataque a occidente vuelve a perpetrarse a través de Francia, con un hecho tan simple como complejo. Esta vez se escudan en la prohibición del estrambótico bañador islámico que cubre por completo el cuerpo de la mujer excepto manos pies y rostro; y en este contexto se produjo lo que el todopoderoso aparato propagandístico pretendía, que no es otra cosa que abonar la imagen de un país intolerante que maltrata a sus musulmanes. El Gobierno francés de nuevo ha perdido esta batalla al presentarse dividido, y la hecatombe no se hizo esperar.

Cientos de mujeres salieron a la calle en distintas ciudades europeas con la protesta unánime de impedir la prohibición del uso de esta prenda en las playas occidentales. Pues a mí no me parece correcto.



El burkini en la playa es como el burka en la ciudad. Estas prendas conllevan un fondo mucho más que lo que de una protesta se trata (de un lado o de otro), y su fin es lesionar los derechos más fundamentales de las mujeres que deben de taparse por el mero hecho de serlo, y hacerlo bajo los dictados de unos cuantos señores de la guerra más ávidos en el seguir vendiendo armas y fomentar guerras bajo el disfraz de la religión, que cualquier otra cosa. Por ello utilizan cualquier arma, hasta la del uso del burkini.

A estas representantes de colectivos feministas que apoyan el uso de tal excéntrica, incómoda e antihigiénica prenda, las invitaría yo a un viaje a los países del Golfo Pérsico, por ejemplo, a Arabia Saudita, o a Irán, y después qué me cuenten qué opinan. 



Favorecer el uso de esa prenda, estimadas señoras, no es defender los derechos de las mujeres que lo usan, al contrario. Los derechos de la mujer serán universales cuando al menos yo, como tantos millones, podamos salir vestidas en todos los países del mundo como lo hacemos a diario sin ser obligadas a disfrazarnos (yo ya sufrí eso en un país de esa zona y mi libertad fue acatar las imperativas imposiciones de prendas y largos, sí o sí) por el mero hecho de haber nacido bajo este sexo.

Mientras tanto es todo un cuadro de excesos el que avanza en Europa. Y esta vez de nuevo le toca a Francia, el país donde la estigmatización del musulmán y el norteafricano avanza, y la tentación de una respuesta provocadora y demostrativa es un hecho perfectamente identificado, como esta vez el uso del burkini.


Debemos de actuar cada vez con más cautela ante estas provocaciones que llegan de la manera más directa a nuestra sensibilidad, y no actuar tan a la ligera ni de forma tan atropelladamente fulminante, es mi humilde opinión, como ha hecho el Consejo de Estado de Francia este pasado viernes. La jurisprudencia sienta precedentes, ahora es el burkini, ¿ qué será lo siguiente?. Lo único cierto es que el todopoderoso aparato de propaganda yihadista, ha vuelto a ganar una batalla a Occidente.

No nos engañemos o, mejor dicho, que no os engañen.


Me dirijo a esas representantes de colectivos feministas, pero especialmente a las instancias administrativas y de gobierno de los distintos países occidentales, que sin querer (espero y confío que así sea), están cayendo en la trampa del machismo exacerbado de ese puñado de fanáticos que confunden a sabiendas sus intenciones, exactamente igual que el título de la película de Gómez Pereira.

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