¿TRUMP-AS?, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 22 de enero de 2017

Esta pasado viernes 20 de enero de 2017, un presbiteriano septuagenario, republicano de ascendencia germano escocesa, y tiburón de los negocios y las finanzas, Donald John Trump, juraba su cargo como 45 presidente de los Estados Unidos de América, dando el pistoletazo de salida a la ya denominada era Trump.




Ser presidente de los Estados Unidos es uno de los sueños que los americanos tienen, pero por encima de un sueño es un honor. Los estadounidenses tendrán muchos defectos, como todos, pero tienen la virtud exclusiva de sentir las razones que los identifican y enorgullecen de ser parte del pueblo americano.




Ahora bien, para ser presidente basta dar cumplimiento a las tres condiciones sine qua non enumeradas en El Artículo II, Sección 1, Cláusula 5 de la Constitución Americana de 1787, es decir: ser un ciudadano de nacimiento de los Estados Unidos, tener al menos treinta y cinco años de edad y haber sido residente permanente en los Estados Unidos durante al menos catorce años.

Bien es cierto que la decimocuarta enmienda adoptada en 1868 hace especial hincapié en que para ser considerado a todos los efectos ciudadano americano, basta con haber nacido o haberse naturalizado en ese país, aunque para ser presidente sí hay que nacer allí; así se las gastan al otro lado del Atlántico.

Yo lo de la naturalización no se crean que no me chocó la primera vez que lo leí, pero quiero compartir con ustedes estas palabras que publicó un periodista latino, Julio Urdaneta en Gobiernousa.gov en un artículo titulado Orgulloso de ser un ciudadano americano, y del cual destaco lo siguiente: “Hace 13 años me mudé a Estados Unidos y este Cuatro de Julio será el primero que celebraré como ciudadano americano. Y no puedo estar más orgulloso de ello. Vine a los Estados Unidos desde Latinoamérica cuando era un periodista joven e idealista, ansioso de encontrar una nueva visión del mundo y un lienzo donde plasmarla. Y aquí encontré mucho más que eso. Descubrí una gran nación con millones de personas viviendo vidas dignas de contar: héroes, visionarios, emprendedores, excéntricos, soñadores, creyentes – todos ellos llenos de vivencias y experiencias listas para ser compartidas con el mundo. Tuve desafíos para salir de mi zona de confort y entender este nuevo mundo que ahora reconozco como mi hogar. La energía que este país irradia me forzó a crecer, a cuestionarme y a despojarme de muchos conceptos y creencias que habían dado forma a mi personalidad. En suma, volví a nacer aquí”.


Precisamente el sentimiento y orgullo de pertenecer al grupo, el Destino Manifiesto, el espíritu de los Padres Fundadores y la idea de “América para los americanos” postulado básico de la doctrina Monroe, han sido las variables que, perfectamente organizadas dieron con la ecuación que tan bien supo vender el ya POTUS, para convencer y ganar adeptos durante la campaña electoral y conseguir así el número de compromisarios necesarios en el colegio electoral y poder llegar a la Casa Blanca.

El viernes pasado en su primer discurso Trump no defraudó, ni a sus adeptos que escucharon lo que querían, ni a los que estamos en las Antípodas del personaje que esperábamos una intervención a leguas de ser un discurso institucional, falto de enjundia, lleno de insensateces, y acompañado de una comunicación no verbal más cercana a un charlatán de feria que a un señor.

En un fragmento de esa alocución hizo esta referencia, “... la ceremonia de hoy tiene un significado especial. Porque hoy no sólo estamos transfiriendo el poder de una administración a otra o de un partido político a otro. Estamos transfiriendo el poder de Washington D.C. y te lo devolvemos a ti, el pueblo" , a mi juicio absolutamente populista, más digna de un villano de Batman (como algunos twitteros afirmaron), de un representante podemita, o sin ir más lejos, también me vino a la cabeza la más que conocida frase del despotismo ilustrado “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, porque fíjense bien que él no se incluye como pueblo, y a la vista está su elenco de colaboradores más cercanos, multimillonarios y oligarcas, precisamente lo más alejado al pueblo.




Su primer gesto una vez sentado en el despacho oval, fue el de firmar los decretos para dar el primer paso de la derogación de la Obama Care, o la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible que tanto había prometido en su campaña. Eso sí, no olvidemos que era una lucha ya perseguida por sus compañeros republicanos y de muchos demócratas que rodeaban al ya ex presidente Obama, no una de las ocurrencias estelares de Trump.
Yo soy de las que piensa que este presidente no va a cumplir todo lo que ha dicho. La sarta de barbaridades que fue soltando poco a poco, su ultranacionalismo y su exceso de protección, en lo que a la economía y defensa se refiere, no creo que sea capaz de materializarlo, y así lo espero por el bien de todos.

La Administración americana es más que un gobierno, y por ello el funcionamiento del Estado que la sustenta está dotado de un sistema de contrapesos (checks and balances) que, precisamente han sido materializados con la finalidad de evitar el ejercicio de la tiranía que ocurriría si una rama del poder público concentrara demasiado poder y dominara a las otras dos. Por si esto no fuese suficiente ahí está el artículo primero de su Constitución para recordar que también existe la figura del impeachment, es decir una especie de juicio político que debe ser aprobado por el parlamento, y tal y como están las filas republicanas, no creo que el presidente Trump se juegue los cuartos y su puesto por el que tanto ha peleado.




El rictus en el rostro de Donald Trump cuando se acercaba de la mano de su esposa al Capitolio antes de jurar su cargo, lo decía todo.

La seriedad, la tirantez, la rigidez hierática quizá empezaban a mostrar aquello que tantas veces repitió Barack Obama en sus últimas semanas como presidente, “una cosa son las promesas de un candidato y otra es gobernar y negociar de forma pragmática”.
Quizá el fin ha justificado los medios utilizados para llegar a la Casa Blanca, y está claro que Trump ha comenzado su andadura con tres gestos muy destacados, pero yo soy de los que confía en que no se cumplan las insensateces prometidas, y que esos desatinos, que tantos titulares dieron durante la campaña, hubieran sido solo argucias electorales, o por qué no, ¿Trump-as?,



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