"A LAS CINCO DE LA TARDE", artículo publicado en Diario de Pontevedra el 29 de octubre de 2017

“A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde (…) Una espuerta de cal ya prevenida (…) Lo demás era muerte y sólo muerte (…) Y un muslo con una asta desolada (…) En las esquinas grupos de silencio (…) ¡Y el toro solo corazón arriba! (…) Cuando el sudor de nieve fue llegando (…) la muerte puso huevos en la herida (…) El toro ya mugía por su frente (…) A lo lejos ya viene la gangrena (…) Las heridas quemaban como soles (…) y el gentío rompía las ventanas (…) A las cinco de la tarde. ¡Ay, qué terribles cinco de la tarde! ¡Eran las cinco en todos los relojes! ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!


He aquí un magno poema del irrepetible y maravilloso Federico García Lorca, en donde describe con cruda tristeza la muerte de su amigo el torero Ignacio Sánchez Mejías; toda una oda al frugal instante de la cogida y de la muerte, a la sangre derramada, al cuerpo presente y al alma ausente. Así el lírico intenta explicar la confusión del momento, la cogida, la cornada, la agonía, la gangrena y la llegada del gélido soplo del final.

Este pasado jueves día 26, a las cinco de la tarde, comparecía el entonces todavía presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña para, anunciar una vez más la nada, y hacerlo de nuevo con un guiño al juego de la sinrazón, y con tal burla al intelecto de España entera y a la ley que la cubre, que casi aminora la gravedad de la falta de responsabilidad de su persona para con el ejercicio de los derechos fundamentales que imperan en la vida cotidiana de su propia gente.


A las cinco de la tarde protagonizó un tan torpe volapié que, queriendo entrar a matar, fueron los digestos que impregnan “la piel de toro” al completo, los que le dejaron herido de muerte.

Ni el peor de los discípulos del Imaginario Colectivo lo hubiera hecho así. No se puede seguir utilizando la legalidad vigente en una dimensión ficticia, y menos de una forma cuasi-religiosa tutelando hasta límites democráticamente insospechados los medios de comunicación y sus líderes mediáticos, y hacerlo con el único objetivo de engañar y emponzoñar a las personas de bien que viven en Cataluña, que por otra parte son la inmensa mayoría.

Porque nadie es dueño de los destinos de un pueblo que se unió al andar a lo largo de la Historia y voluntariamente, a una realidad preexistente que es España. Nadie es quien de atacar la soberanía popular haciendo suya una adaptación a conveniencia a su “mundo imaginario”. Nadie puede jugar con el sentir de las personas, ni con la cotidianidad de millones de ellas que lo único que quieren es levantarse cada día, trabajar, disfrutar de su vida con los que más quieren y con los que interactúan en su actividad habitual. Nadie les debe privar de hacerlo en paz, en libertad, en definitiva, en democracia, mediante al ataque al disfrute de los derechos fundamentales inalienables que solo les pertenecen a ellos como personas y ciudadanos.


Crear problemas en vez de generar soluciones para los que gobiernas, nunca fue una buena idea, señor Puigdemont. Un gobernante no debe anteponer los intereses partidarios a los de la generalidad, y no me refiero a la denominación de la institución que hasta el viernes dirigía, sino al interés general de la mayoría; esa misma que practicó el silencio por miedo en pos de la práctica sectaria que, venían desarrollando usted y sus mesnadas desde la sí Generalidad institución que en estos últimos tiempos acaudillaba, mal y sin un proyecto político realista, que es el que los catalanes como ciudadanos de un mundo cada vez más interactivo necesitaban.

Un líder político de la talla que se le supone al presidente de esa nacionalidad histórica que propugna como tal la Constitución Española de 1978, debe reunir las cualidades de conductor, integrador, articulador, conocedor, protector y encauzador del pueblo que representa, no solo de la parte que le ha votado. Usted ha demostrado que ni en el mejor de sus sueños lo ha sido, lo está siendo, ni lo será.

No debió de dar pábulo a sus comparsas. Debió haber pensado primero en Cataluña, en sus extraordinarias gentes, en los hijos de esas personas, en su estabilidad laboral, económica, legal y personal. Debió obviar el hacer experimentos de Quimicefa, eso lo hacíamos de niños. Debió abandonar desde el primer aviso recibido, el hacer proclamaciones “kafkianas” o publicitarias como si de la república independiente de la casa de uno se tratara, y que al final proclamó fuera de toda legalidad 22 horas después de haber recibido el pitonazo que, daba inicio a la gangrena que anunciaba la muerte del autogobierno de esa tierra que tanto decía defender.

Esto es muy serio, más que serio. Están en juego las vidas de millones de personas.

Podremos no ponernos de acuerdo al hablar del día y hora en el señor Puigdemont comenzó con la agonía del autogobierno de Cataluña; pero en lo que sí estamos todos a una, es en la liquidación del catalanismo integrador que usted sentenció este pasado jueves 26 de octubre de 2017, a las cinco de la tarde.



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