¡HABELOS, HAINOS!, artículo publicado el 13 de enero de 2019


Galicia es tierra de “meigas” y de “bruxos”; pero de esos que nada tienen que ver con los oscuros términos de enjutas mujeres de capirote y escoba, ni de alquimistas o nigromantes de sombrero y bastón con poderes sobrenaturales, ¡no!; los nuestros son “menciñeiras y menciñeiros de herbas”, que sí tienen que ver con la tradición druídica de aquellas personas sabias y depositarias del conocimiento prodigioso y extraordinario de las plantas y de la naturaleza en su conjunto; no en vano adoraban a los robles en “a lubre” de las “carballeiras” curando los males de cuerpo y espíritu.

 

El saber cultivado a lo largo de los años sobre las plantas, las hierbas, y su mejor hacer a través de esas manos portentosas, es lo que le ha hecho poseedor de ese título ganado a pulso a José Luis Torrado, “O BRUXO”, el nuestro, el de todos los deportistas que llegaban a tus manos desde los más recónditos lugares del mundo (y de entre otros Sabonis, Tkachenko o Semenova que nos encontrábamos asombrados los pontevedreses, y yo entre ellos, cruzando la Herrería cuando tenías tu centro en la calle Naranjo); y el de todas y cada una de las personas de las que ya formas parte de nuestras vidas por habernos curado, “el mal” del cuerpo, y no pocas veces del alma.

 

Ayer el Comité Olímpico Español te hizo un más que merecido homenaje en donde y cuando te lo debían hacer, en esta tierra tuya de adopción, y pudiéndolo disfrutar entre familia compañeros y amigos; los que más te admiramos y te queremos. ¡ENHORABUENA Y MUCHAS FELICIDADES!, José Luis Torrado.


Bien es cierto que no ha sido el único homenaje a este nivel que se te ha hecho, pero en la misma línea, viene a completar aquel que recibiste en Santiago de Compostela en noviembre de 2017, aunque este se lo brindaba el Comité Olímpico de México.



Y ustedes se preguntarán por qué, pues les cuento; José Luis Torrado, que había sido técnico de las selecciones nacionales de Atletismo, Baloncesto y Boxeo, recibía un diploma y la primera medalla de plata que entrega el Comité Olímpico de México con motivo del 50 aniversario de los juegos celebrados en aquel país, los primeros de los cinco en los que participó Torrado; y porque ya en aquel año 1968, el jefe de la delegación española, Anselmo López, le había comunicado a José Luis la concesión por su altruismo y deportividad de una distinción olímpica que nunca llegó a ser entregada. Sin tiempo no era, pero gracias a las gestiones realizadas y al organizador del evento Alberto Barciela, su gran amigo, lo que tanto tardó llegó; gran ocasión a la que no quisieron faltar el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo; el entonces Secretario de Estado para el Deporte, José Ramón Lete Lasa, ni el mismísimo Olegario Vázquez Raña acompañado de su esposa Geli, además de otras personalidades del COM.

Y si fui feliz cuando esto pasaba en Santiago, no pude serlo menos cuando me enteré de las intenciones del gran presidente que tenemos en el Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, al que se lo agradezco de la manera más sincera y desde el corazón. Y cuando supe quién lo organizaba, el inmejorable David Acevedo, me lo imaginé tal y como fue ayer, increíblemente emotivo, natural y sincero.

Y es que hay que agradecer muy mucho la celebración de este merecido reconocimiento en Pontevedra, la intención de Alejandro Blanco y el buen hacer de Acevedo; así como la presencia de todas las personas que acompañaron ayer al “irrepetible” José Luis, como el Secretario Xeral para o Deporte, José Ramón Lete Lasa, la concejala Anxos Riveiro, entre otras autoridades; y a Ignacio Sola y Juan Antonio Corbalán, además de grandes figuras del deporte como a Iván Raña al que en sus palabras “Torrado enseñó a correr”; y cientos de compañeros y asistentes para los que, querido José Luis, eres una persona fundamental en sus vidas; y entre las que me incluyo de forma especial junto con mis padres, porque quizá sin tu existencia, a lo mejor yo no estaba en este mundo o estaría en otra familia; y eso es lo que me une a ti, y por lo que estoy disfrutando estos momentos, como si fueras otro más de mi familia, porque para nosotros lo eres.

 No voy a contar tu biografía sabida por la inmensa mayoría, y si no, invito a todos a que lean tu libro autobiográfico y disfruten a través de todas y cada una de las páginas de las innumerables anécdotas que cuentas; y que imaginen de las que te callas, entre otras, las que viviste al lado de tu gran amigo Manuel Fraga al que nunca dejaste de atender con esa generosidad que destilas a raudales, y que no en pocas ocasiones te ha dado más de un quebradero de cabeza, a ti y a tu otra mitad, tu gran apoyo, una mujer extraordinaria, tu mujer Rosi, además de tus hijas.

A lo que si daré relevancia como mi humilde homenaje a tu gran persona, es el papel que hiciste en la Sociedad Gimnástica de Pontevedra, en especial durante los años 60, cuando entrenabas a un grupo de jovenzuelos entre los que destacaron el olímpico y querido Lolo Gayoso, el campeón provincial de 200 metros e internacional Ramón López Díaz (mi padre) y la relevista de 4x100 Selma Salgueiro Arteaga (mi madre) a la que alguna que otra vez le decías “no corras tanto neniña que te pasas de zona”, y que gracias a ello se conocieron, y se casaron, siendo yo  la primera “nieta” de esa pandilla de hijos “postizos” que te querían como a un padre, me consta.

 

Cuando les dije a mis padres que te homenajeaban empezaron a bucear en las fotos de la época y me hicieron llegar una que hizo mi padre en uno de los muchos entrenos que hacíais en el mirador de Monteporreiro, y que tuvo como escenario la gran nevada de 1971 en donde rodeando un mueco de nieve que habíais hecho, posáis tú y tu “retoños” gimnásticos, además de un bebé de apenas año y medio enfundado en un buzo para protegerse de las bajas temperaturas, yo;  pero vosotros con vuestros “chándal” y zapatillas de correr ( nada que ver con los inventos de ahora), como si nada… Y mira que debía hacer frío.


Adjunto la foto, y sé está muy deteriorada, pero lo hago porque vosotros erais el máximo exponente del sacrificio que entraña el deporte, como ayer te dijo Ignacio Sola “hiciste del deporte, una escuela de vida”, al tiempo que construiste un grupo de amigos que aun hoy lo siguen siendo, y cito a los que recuerdo como algunos de esa foto Joni Villaverde, Blanca Muradás, la hermana de tu gran amigo que ya no está entre nosotros, José María, Nacho, Selma y el José Luis Vidal.


No quiero acabar este domingo sin poner en valor lo importante que es reconocer el sacrificio, el valor y la valía de las personas en vida; por ello mis gracias al Comité Olímpico de México, al Comité Olímpico Español y a todos los que te han homenajeado en ocasiones únicas, y a los que te agradecemos cada día el poder hacer nuestra vida en condiciones óptimas gracias a tu “magia” de hierbas, manos y corazón.

 

Sí, admirado José Luis Torrado Castro, te mereces esto y más querido “BRUXO”, porque “bruxos”, ¡habelos, hainos!

 

 

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