¡VOLVER A SER UN NIÑO!, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 6 de enero de 2019
Seguramente esta mañana
cuando despertaron y acudieron allí dónde habían dejado ayer noche su zapato,
habrán encontrado un presente de parte de SSMM los Reyes Magos de Oriente,
porque no me cabe la menor duda que han sido merecedores de ello.
Yo, que no hago magia ni soy reina, lo que sí voy a hacer a través de este primer artículo del año 2019, como no podía ser de otra manera, es impregnarlo de mis mejores deseos para todos y cada uno de ustedes en todas y cada una de las ventanas que encierran esos 365 días de este año y que deben abrir con ilusión.
Y hablando de ilusión,
el día tal fue el de ayer, porque el 5 de enero es la fecha marcada en el
calendario de todos los años, y aunque ya saben que yo no soy muy “forofa” de
estas fiestas, tampoco soy de corazón duro como el señor Scrooge del “Cuento de
Navidad” de Dickens, y precisamente ese día vuelvo a mi infancia; creo que como la mayoría.
Porque, aunque esta sea
una tradición católica que celebra la legada de los “MAGI” o los Reyes Magos a
adorar el Niño Jesús, la verdad es que entraña muchas más cosas positivas de lo
que nos imaginamos, porque seguro que ustedes no saben que el creer en los
Magos prepara a los niños para la vida, sí.
Mantener vivas estas
tradiciones nos ayudarán a que nuestros hijos aprendan sobre su cultura e
incorporen la imaginación y la fantasía en su desarrollo como personas. La
fantasía es fundamental para el desarrollo emocional de los niños y debemos
aprovechar cualquier excusa para potenciarla e implicarnos en ella con toda
nuestra ilusión.
Quizás lo hagamos por
nuestros felices recuerdos de la infancia, o por no romper con una tradición de
años, o simplemente ni nos lo planteamos. El caso es que los Reyes Magos, la
Befana italiana o el nórdico o Papá Noel están ahí para ayudarnos a mantener y
fomentar la ilusión y la fantasía de los más pequeños.
Hace unos años leía yo
en algún sitio esta consideración, y sinceramente me llamó la atención y empecé
a indagar sobre ello; y fui conformando una opinión al respecto de este tema,
que estriba en la existencia de los Reyes Magos; sí han leído bien, y así lo
manifiesto tanto en cuanto son tan necesarios que, si no existieran, habría que
inventarlos; ya que más allá del mundo de imaginación y fantasía que rodea a esa noche tan especial como lo es la Noche de
Reyes, la figuras de Melchor, Gaspar y Baltasar contribuyen a desarrollar la
imaginación y la creatividad de los niños. Así esta historia enseña a los más pequeños
a tener ilusión por las cosas, grandes y pequeñas, y los prepara para una vida
en la que esperanza y frustración caminarán de la mano.
¿Cómo es esto? se
preguntarán algunos de ustedes, pues la respuesta es bien sencilla, y va ligada
al desarrollo cognitivo y la configuración de la personalidad de los más
pequeños, ya que, hasta los ocho o nueve años, el menor está construyendo en su
interior un sistema de valores y creencias que le permitirán enfrentarse a la
vida; y en ese proceso, necesita «importantes cargas de ensoñación y espíritu
mágico”, y es aquí donde la familia como célula de la sociedad desempeña un
papel fundamental, pero especialmente por ser además, el espejo donde se miran
los niños y el refugio a donde acuden cuando se encuentran en peligro.
Y es precisamente este
poso que generamos siendo niños el que aflora y hace que la magia de los Reyes
Magos sea tan potente que ni siquiera los adultos escapamos a ella; porque la
ilusión es una necesidad innata al ser humano y los no tan pequeños la precisamos
tanto en nuestra vida como los niños. Permítanme que les ponga un ejemplo muy
de andar por casa pero muy ilustrativo, ¿no se han parado a pensar en alguna ocasión
sobre el por qué se juega a la lotería
aun sabiendo que la probabilidad de que toque es casi inexistente?, pues porque
disfrutamos imaginando todo lo bueno que nos podría venir, ¡y cómo lo
disfrutamos!; y tal y como citaba al principio de este artículo, creo no aventurarme
demasiado al afirmar que prácticamente todos nosotros seguimos mirando nuestros
zapatos la mañana del día 6 porque la de Reyes es, sobre todo, la fiesta de la
ilusión, la de los niños y los mayores.
Porque la “etérea” ilusión
se hace real al conectar con los sentimientos positivos del ser humano, porque
se contagia, y lo más importante: nos hace tener fe en nosotros mismos,
alimenta nuestro sentimiento de ser capaces y, por lo tanto, se engarza como un
eslabón a otro con nuestra autoestima, y ligada a los contornos emocionales del
goce y la felicidad, de ahí que por ello es tan importante cuidarla.
En definitiva, la
ilusión en parte nace de la fe, de imaginar una posibilidad al menos de
conseguir aquello que queremos. Se materializa cuando empezamos a andar el
camino para lograrlo y, sin darnos cuenta firmando un contrato con nosotros
mismos en el que nos comprometemos a no rendirnos en el primer obstáculo, sea
real o imaginario, anticipado o imprevisto.
Si muchos llaman al día
de la lotería de Navidad “el día de la salud”, sin duda yo denomino a esta
noche de Reyes “la noche de la ilusión”, y para ilustrar más si cabe todo lo
que les he contado y lo que sentimos el 5 de cada enero, les dejo alguna
estrofa de los hermanos Urquijo que a finales de los ochenta con su grupo Los
Secretos cantaban, “Con la inocencia tan
graciosa, que cambia el nombre de las cosas, con ese brillo que te quita el
frío… Volver a ser un niño, volver a ser un niño “.
Comentarios
Publicar un comentario