"NECESIDAD DE ADAPTACIÓN", artículo publicado en Diario de Pontevedra el 15 de septiembre de 2019
¡EXACTO!, y no es porque yo me hubiese unido
a esta década prodigiosa hace un par de días, (o también); lo cierto es que las
personas que ahora tenemos esta edad paseamos la cincuentena, lo hacemos
encantadas y presumiendo de ello; un nada que ver con lo que entonces, (y
pobres ellos), sentían y aparentaban nuestros abuelos y aun mirando hacia
atrás, nuestros “más mayores”.
Como dice un buen amigo mío que estudia teorías
muy avanzadas, (que a mí hasta a veces me parece que no es de este mundo), los
humanos cada vez somos más jóvenes en la edad que cumplimos, ya que la
longevidad se prolonga hasta cotas hoy difíciles de asumir en la vida de las
personas; y en mejores condiciones de higiene, alimentación y salud, tanto de
cuerpo como para la mente; siendo en esta última donde al final radica todo, ya
que no me cabe la menor duda que muchos de ustedes, al igual que yo, conocemos
viejos de 30 y jóvenes de 80 o más.
Pero así como todos estos avances que se
magnifican en este proceso de rejuvenecimiento de las décadas, en las que los
30 son los nuevos 20 y así sucesivamente, las mujeres son las grandes
beneficiadas desde un punto de vista personal, aunque no tengo tan claro si
realmente la sociedad está preparada para
recibirnos y aceptarnos de esta manera.
Hace décadas, como ésta, en dónde la marcha
de las hormonas y la llegada de la “recelada” menopausia hacía que las mujeres
no fuesen igual de aceptadas, incluso en su entorno familiar, llegando a ser
aceptada por no pocas de ellas las sí temibles “queridas” al entorno familiar. La
actividad de la que no trabajaba (la inmensa mayoría), se ceñía a las reuniones
de amigas, a la participación de entidades caritativas, y a seguir ejerciendo
de “señoras de”, cuando los sueños sin cumplir de muchas de ellas los guardaban
en su alma para siempre.
Bien es cierto que los 50 son una edad
bisagra en la que un a persona ya no es joven pero tampoco mayor; en la que, a
poco que una se haya cuidado algo, aparentará menos edad que la que
machaconamente le recuerda su carnet de identidad.
Los 50 son esa etapa en donde aquellas que
eligieron cuidar una familia se pueden permitir ya la licencia de empezar a
pensar en ellas más que en los suyos, cuestión absolutamente necesaria para
crecer. Y aunque es cierto que la
sociedad ha avanzado exponencialmente a favor de la mujer y especialmente en
estas dos últimas décadas, también es cierto que hay que poner los pies en la
tierra y observar desde una perspectiva cautelosa la aureola de “divinidad” que
muchas marcas empresariales y revistas especializadas dedican a las mujeres a
partir de esta edad, (todo en su justa medida); porque aunque es cierto que las
cosas han cambiado, la realidad a pie de
calle es otra, y a veces los cambios sociales van “en cohete”, mientras los
cambios económicos van andando. Me explico.
No son pocas las mujeres “cincuentañeras”
que quieren incorporarse al mercado laboral, pero es ahí cuando surge un nuevo
problema, porque “ya no es oro todo lo
que reluce”, ya que la dificultad de volver a encontrar trabajo, es un signo
patente de cómo muchas empresas desperdician a estos diamantes en bruto.
Sí, porque en esta edad, las personas en
general y ya que estoy hablando de mis congéneres, cito a las mujeres en
particular, engloban muchas de las características que son necesarias en un
líder, ya que cuentan con mucha experiencia, han ganado en autoestima, los años
le han enseñado a separar lo accesorio de lo esencial, y tienen más claro, al
menos lo que no quieren. Han vivido situaciones críticas, algunas ya habrán
perdido a algún ser querido; y son las circunstancias vitales las que las
convierten en más prácticas, al ser más conscientes de la finitud del tiempo, y
consecuentemente el deber de aprovecharlo al máximo.
Tampoco se debe desdeñar la experiencia en
muchas de ellas que han capitaneado la creación y dirección de una familia
(incluso un hogar independiente unipersonal) que podríamos equiparar a una
micro pyme o a ser autónoma, lo que les ha proporcionado la capacidad de
influir en los demás, herramientas para la comunicación y el consenso,
inteligencia emocional, capacidad de trabajo en equipo y de adecuarse a las
necesidades y demandas de cada uno de sus miembros, y “las filigranas” de
ensamblarla en la estructura de la sociedad que le hubiese tocado vivir, y la
lucha diaria.
No sé porque extraña razón los empresarios
siguen siendo reacios a apostar por estas personas “trabajadoras sénior”,
cuando realmente son la esencia de una salsa que podrá condimentar de manera
inimaginable para ellos, el menú que constituye cada uno de los departamentos
de su empresa.
La incorporación al trabajo de la mujer de
cincuenta años sigue siendo, cuando menos, una asignatura que roza el suspenso
en este país; pero en este aspecto los gobiernos van por delante de las
empresas, promocionando incentivos a la contratación de parados de larga
duración y mayores de 45 años (con una discriminación positiva hacia la mujer y
a mayores si es víctima de violencia de género), así como ayudas al
emprendimiento ya la creación de cooperativas o entidades de economía social (las
mujeres han encabezado en los últimos años la recuperación del número de
personas trabajadoras autónomas, siendo más que antes de la crisis, y siendo su
porcentaje mayoritario en esos tramos de edad frente al de los hombres). En
este aspecto Galicia está en el vagón de cabeza del tren de estas políticas
públicas de activación del mercado laboral.
Entre lo deseable y lo real quedan casi
más piezas que ensamblar que en las que trabajar (que faltan y muchas); pero si
fuésemos capaces de buscar el encuadre perfecto para que las personas mayores
de 50 años, (en especial las mujeres) tuviesen el lugar que les corresponde en
la sociedad actual, mejor nos iría al mundo. La manera de conseguirlo, trabajar
unidos por LA NECESIDAD DE ADAPTACIÓN.
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