"SIEMPRE EN NUESTROS CORAZONES", artículo publicado en Diario de Pontevedra el 1 de septiembre de 2019
El
pasado día 18 de este mismo mes se cumplían 9 años de la desaparición de Sonia
Iglesias, y hace dos días, el viernes 30, una concentración numerosa de personas se dio
cita en la plaza de la Herrería para arropar a sus padres, hermana, familia y
amigos.
No
hace mucho me encontré con sus padres en la cola del médico, me acerqué a
darles un beso, y la verdad, (aunque no es el primer caso y por desgracia ni el
último), nadie merece lo que están viviendo estas personas; ya que el luto, el
duelo cuando un ser querido se va (sobre todo en el caso de una hija que dicen
es lo peor que le puede pasar a unos progenitores), la pena y el desconsuelo se
magnifica cuando es una desaparición.
Este
terrible suceso tiene un nombre en la psicología, “pérdida ambigua”, término
acuñado por la Doctora Pauline Boss en 1977; la hasta hace poco tiempo,
profesora emérita del Departamento de
Ciencias Sociales de la Familia, en el Colegio de Educación y Desarrollo Humano
en la Universidad de Minnesota.
La
Doctora Boss, (que hizo del estudio de esta situación su núcleo de trabajo a lo
largo de su vida) define esta circunstancia que ocurre cuando la incertidumbre
impera sobre los demás sentimientos, ya que la tristeza y desconcertante
experiencia, petrifican el alma de los que más querían a esa persona que
desapareció, experimentando una pérdida incierta, inconcreta, difuminada en la
posibilidad de que sea sólo un sueño del que se espera despertar cuanto antes.
Acentuada, (por si fuese poco todo lo expuesto hasta ahora), cuando no existe
una constatación de lo que realmente ha ocurrido, e “in crescendo” con el paso
del tiempo; ya que de cualquier manera, la imprecisión de la “pérdida ambigua”
es algo tan agotador que deja mella en el ámbito emocional, además de las
secuelas en la esfera física y fisiológica.
Porque
en el caso del ausente que está siempre presente, o al revés; la vida se convierte
en un constante esperar a que la rueda gire y a que llegue por fin el momento
ansiado, el despertar de la pesadilla, sin ningún referente que obligue a pisar
la tierra y, al fin, poder llorar por la certeza de la pérdida.
Pero
no todo es fantasía, porque en la “pérdida ambigua” abundan las emociones
contradictorias. Se teme y a la vez se desea el final. Se siente rabia y a la
vez culpa, amor, miedo. Hay un momento en que no se pueden tomar decisiones, ni
actuar, ni liberarse, y esto es comprensible porque la ambivalencia cumple su
función y es la de preservar, al menos temporalmente, la ilusión; ya que hasta
que no se demuestre lo contrario, no se ha perdido nada y así se permanece en
un constante quedarse e irse, esperar y desistir, odiar y amar; que puede dar
la sensación de ser eterno.
Por
ello tenemos que seguir de la manera que cada uno de nosotros, individualmente
o como colectividad, acompañando a la familia de Sonia. No es fácil, porque la
“delgada línea roja” que separa el apoyo del agobio también es complicada.
Desde
luego que no escribo este artículo para seguir ahondando en la herida de la
pérdida, ¡para nada!; lo hago humildemente, para decirles a los que más la
quieren que no están solos y que ahí seguimos
al unísono para intentar ayudar a hacer más llevadero (si es que existe
la nada fácil posibilidad), su cotidianeidad diaria, y en especial en las
fechas más dolorosas, al tiempo que clamo a la justicia y a la investigación
del caso, para que siga.
Su
hermana Mari Carmen, que es una de las personas más valientes que conozco,
(porque no sé cómo sigue teniendo esa entereza… ¡ya la quisiera yo!), dijo el
pasado viernes en el comunicado que leyó en la concentración, que "precisamente esa mirada", la de
"su asesino", es la que les da "la fortaleza necesaria para
seguir luchando, para que algún día alguien valiente hable de lo que sabe, de
lo que vio, de lo que participó o encubrió".
Eso
es también lo que clamo yo desde esta posibilidad que me brinda “Diario de
Pontevedra”, al alma inquieta de ese “alguien” que sabe algo con enjundia, que no me cabe la
menor duda que existe. ¡Por favor!, y de corazón le pido que se ponga en el
lugar de su familia, (y de la suya en una situación similar) ya que “nada es
para siempre”, y menos un silencio con el conocimiento sobre algo de
importancia tal, como el que entraña la información necesaria sobre un hecho de
semejante calibre.
Nunca
habrá palabras ni hechos consistentes para ayudar a esta familia sometida a tal
nivel de desconcierto y sufrimiento, pero mientras no la olvidemos a ella ni a
su caso, las cosas tendrán una solución.
Hace
unos días vi una película que tenía pendiente desde hace mucho tiempo, “Coco”,
y les confieso que me emocioné como hacía tiempo que no lo hacía; y en especial
en una parte de la película en donde a los que no tenemos ya con nosotros se
difuminaban cuando nadie les recordaba… Pues querida familia Iglesias, y a ti
en especial allí donde estés, deciros que con Sonia no va a pasar eso, porque si
algo podemos decir, es que entre todos vamos a seguir, sin parón alguno, para que
se sepa lo que pasó; al tiempo que nunca dejaremos solos a los que más te
quieren.
Es
necesario que sigamos ahí, cada uno en nuestro proceder, y todos en lo que nos
une, QUE ERES TÚ. Y desde dónde mejor podamos seguir luchando por saber la
verdad; al tiempo que TÚ, Sonia, estarás siempre en nuestros corazones.
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