"LA SEÑORA DE LA POLÍTICA",artículo publicado en Diario de Pontevedra el 3 de marzo de 2019
No pude seguir en
directo su discurso de despedida como presidenta del Congreso de los Diputados
el pasado jueves como me hubiera gustado; pero me hice con su intervención y
créanme que la imaginaba en esos términos, ya que Ana Pastor ha demostrado ser
más que la presidenta de la Cámara Baja, o la tercera autoridad de España. Esta
mujer menuda en su físico, extraordinaria en su intelecto y práctica política,
se despedía dejando el listón por las nubes; valga como ejemplo, la respuesta y
reconocimiento de los que fueron sus compañeros en la duodécima legislatura,
que la ovacionaban al unísono y en pie. Gesta sin igual en estos tiempos que
corren.
Ana Pastor llegaba a la
presidencia del Congreso de los Diputados el 19 de julio de 2016, tras las
últimas elecciones Generales en España; y de todos es sabido las complicadas
situaciones que ha vivido en el ejercicio de su alta responsabilidad, la cual en
alguna ocasión como aquel 21 de noviembre de 2018, la emocionaba especialmente
al reprender actitudes de absoluta falta de educación, respeto y machismo cuando
la llamaron “institutriz”. Pero ella siguió en su línea de temple y excelsa
mano izquierda que sin duda alguna es una de las características de su “savoir
faire” que alimenta su cualificación como mujer de Estado.
Para que nos hagamos
una idea de su talla profesional y de su responsabilidad personal, en primer
lugar, pongámonos en su piel cuando hubo de despedir como presidente del
gobierno (¡y de qué manera!) a su amigo y mentor; el mismo que allá por 1996 la
convencía para entrar en primera línea de la política desde el puesto número 5
de las listas al congreso por la provincia de Pontevedra que él encabezaba. Fue
cuando yo la conocí, cuando era directora provincial del SERGAS, y cuando
hicimos juntas la campaña de esas elecciones generales recorriendo en un
pequeño coche que ella tenía la provincia de “cabo a rabo”
Tampoco debió ser plato
de buen gusto el tener que informar a Su Majestad el Rey de los resultados de
la moción de censura que aupaba a Sánchez a la Moncloa. Ya que, para muchos, el
silencio de su semblante especialmente serio hablaba por sí solo cuando aquel 1
de julio de 2018, era recibida por el monarca para proceder a la firma del Real
Decreto que nombraría al líder socialista como presidente del Gobierno de
España.
Pero la cosa no quedaba
ahí, veinte días después, Rajoy también abandonaba la presidencia del partido,
para dar paso a Pablo Casado tras el congreso de julio del pasado año.
Y así empezaba una complicada
etapa en la historia de la democracia en nuestro país, no falta de situaciones
desmedidas en el Congreso, ya no digamos fuera de él; de crispación en todos
los ámbitos sociales, políticos y territoriales; con el problema de Cataluña
ardiendo día sí y día también, y los desatinos constantes por parte del
ejecutivo español. “Toros difíciles de lidiar” en la arena política para la
tercera autoridad del estado, pero que supo “trastear” como solo sabe ella.
Quien le iba a decir a
aquella vivaracha niña de Cubillos de Pan que destacaba en matemáticas y daba
clases particulares a sus compañeros de colegio, que sería la mejor cirujana,
en el ejercicio de su profesión política; porque me consta que en los momentos
más complejos que se han vivido en estos casi tres años que ella lleva al
frente de la presidencia del Congreso, con una situación de continua
incertidumbre por los pocos apoyos que tenía Pedro Sánchez en la Cámara Baja, a
muchos empresarios, líderes de comunidades autónomas, de asociaciones sectoriales,
de algún que otro sindicato, de inversores, y lo más importante, a la mayoría
de los ciudadanos, el verla a ella con el Jefe del Estado, nos daba una
sensación de tranquilidad, y equilibrio institucional.
Esta percepción de
estar en las mejores manos es lo que sin duda ha ayudado a que este país en
este casi un año de presidencia socialista, no se fuera al garete; y lo que aquí
y hoy estoy escribiendo, y no me cabe la menor duda que con el tiempo, será
corroborado por la historia política de España, confiriendo a este ejemplo de trabajadora
incansable el lugar que le corresponde.
Ahora tenemos a menos
de dos meses vista, unas nuevas elecciones generales donde, parece ser que
repite como número uno en la lista popular al Congreso de los Diputados por la provincia
de Pontevedra. No sé dónde estará, lo que hará, o el
papel que jugará; pero lo que no me cabe la menor duda es que tras ser directora
general de la Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado (MUFACE),
subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura, subsecretaria del
Ministerio de la Presidencia, subsecretaria del Ministerio del Interior,
ministra de Sanidad y Consumo, Ministra de Fomento, y hasta el momento
presidenta del Congreso de los Diputados, la convertirá en un baluarte al que
se deberá de seguir poniendo en valor ( más aún si es posible) como uno de los
pilares del Partido Popular en estos tiempos convulsos.
En su alocución de
despedida Ana Pastor decía estas palabras, “En
el despacho de la Presidencia, cuelga un cuadro del pintor , en el que se refleja una sesión del Congreso. Las únicas
mujeres allí presentes ocupan asientos en las tribunas de invitados. Hoy, somos
muchas las mujeres que nos sentamos en los escaños, y, personalmente, me
enorgullece enormemente haber podido presidir esta Cámara”; pues si a ella
le orgullece, decirle desde aquí que, a millones de españoles y españolas
también, ya que nadie como ella hasta el momento para dar significado a la presidencia
del Congreso de los Diputados.
Al fin y a la postre,
por su trayectoria en general y por esta última responsabilidad en especial,
Ana Pastor se ha ganado a pulso el calificativo de “la señora de la política
española”
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