¡POR MUCHOS MÁS, MAJESTAD!, artículo publicado en Diario de Pontevedra el 3 de febrero de 2019
Este pasado miércoles
día 30 de enero se conmemoraban los 51 años de la llegada al mundo de Felipe
Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, el tercer hijo de
Sus Altezas Reales Don Juan Carlos de Borbón y Doña Sofía de Grecia, entonces
Príncipes de Asturias. Aquel pequeño es ahora Su Majestad el Rey de España,
Felipe VI, al que desde aquí felicito con un contundente, ¡Felicidades,
Majestad!
Y he preferido
referirme a Don Felipe como “majestad” y no señor, que también sería correcto
en una situación como esta, por dos razones que seguramente compartirán
conmigo, aun cuando ni tan siquiera sean monárquicos, porque el respeto está
ante todo y este hombre, bien lo merece.
En primer lugar, porque
“majestad” es el tratamiento de respeto dado a reyes y emperadores utilizado en
España desde el siglo XVI. Antes era de común uso el título de “Alteza”
(Highness) que, desde el siglo XII los soberanos ingleses usaban, y solamente
compartido con cinco monarcas del resto de Europa: el Sacro Emperador Romano,
el Rey de Francia, el de Castilla, el de Aragón y el de Portugal. Alrededor de
1529, sin embargo, el Sacro Emperador Romano y el Rey de Francia asumieron el
tratamiento de Majestad; título que no tardaría en asumir el propio Enrique
VIII. En España existen escritos anteriores en donde en 1398, siendo Martín I
Rey de Aragón, el primero en utilizar dicha dignidad.
En segundo lugar, y no
por ello menos importante, porque el porte de título no es inherente al que lo
lleva, aunque en el caso de Su Majestad Felipe VI, no cabe la menor duda; ya
que la misma etimología latina de la palabra raíz de “majestad”, el término “maiestas” deriva de MAIOR, -ŌRIS, de
igual manera el comparativo de MAGNUS o “grande”,
alcanza el más amplio valor del término en la figura de Don Felipe; y por
varias razones.
Por un lado, por ser la
“testa coronada” de una monarquía de
insigne y longeva tradición en el mundo, y heredero directo de Felipe V. Cuando
su padre el Rey Don Juan Carlos abdicó en su persona, fuimos muchos los que
apostábamos fuerte por él, por el papel y la responsabilidad que la tarea
encomendada representaría en la historia de España y en su persona. Por ser la
actual cabeza de una dinastía que, previsiblemente y en base a lo que la documentación
histórica indica, comenzó con el reinado de Bermudo I de Cantabria, quien reinó
en Asturias entre los años 788 y 791; o con el primer emperador de España,
título que obtuvo por primera vez y de manera oficial el rey Alfonso III el
Magno, en el año 877; lo que le confiere ser el representante de la segunda
monarquía más antigua del mundo (tras la nipona creada por el Emperador Jinmu
en el 660 A.C.) y la más longeva de Europa. Aunque como siempre a ese primer
puesto en el escalafón se apuntan muchos, y se lo disputa con la británica.
Por otro lado, por la
figura que representa en nuestro ordenamiento jurídico y que sobrepasa ese
papel que todo lo aguanta, con un ejemplo de responsabilidad, entereza y saber
hacer que, sin duda le conferirá un papel preponderante en la Historia, ya no
solo de España, sino de mucho más allá de nuestra frontera. Porque este hombre “grande”, y no tiene que ver nada su
1,98 de estatura, es el espejo en el que se deberían mirar todos los que se
dedican a la política, ya que es modelo de dedicación a la “rex publica” en pleno siglo XXI, porque Don
Felipe reina pero no gobierna, y lo hace desde una triple óptica: la legal, que
le confiere la Constitución Española de 1978; la dinástica, transmitida por
sangre; la democrática, que le hemos conferido todas y cada una de las personas
que complementamos este maravilloso país llamado España; valga como ejemplo su
bautizo de fuego el 3-O, que lideró como nadie una situación nada fácil, con
aquel discurso que muchos de ustedes recordarán, en donde su alocución supuso
un giro en la actuación del Estado y las fuerzas políticas constitucionalistas
para frenar el desafío secesionista, lo que nos devolvió la esperanza a todos
los ciudadanos.
Y porque Felipe VI, ya
lo decía su padre Don Juan Carlos en la última entrevista que concedió a TVE
antes de abdicar en su persona, “De los
Príncipes de Asturias que ha habido en la historia de España, él es el mejor
preparado, aunque esté mal decirlo y presumir, pero presumo de hijo», “… lleva
preparándose para ser Jefe de Estado desde que nació”.
Efectivamente todos
recordamos su itinerario académico que comenzaba en el Colegio Santa María de
los Rosales (el mismo al que hoy van sus hijas) y donde y por expreso deseo de
sus padres recibió el mismo trato que el resto de sus compañeros. Después
cruzaría el “charco” para cursar COU, en Canadá; para a continuación,
interrumpir su formación universitaria, ya que como futuro Rey también tenía
que preparar su carrera militar en las tres Academias, lo que hizo desde
septiembre de 1985 a julio de 1988; y
posteriormente, retomar su formación civil en la Universidad Autónoma de
Madrid, donde se licenció en Derecho, estudios que completaría con un máster en
Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetwon, en donde se graduó
en mayo de 1995.
Pero por encima de todo
esto Don Felipe goza de una cualidad que “se puede pulir”, pero con la que se
nace de raza, y que está muy por encima de la formación recibida para reinar,
la capacidad de liderazgo.
Liderar no es mandar,
liderar es inspirar a través de la coherencia, el respeto, la visión, la
pasión, el coraje, el compromiso y el ejemplo. El líder no predica, actúa desde
su dimensión humana, desde el diálogo y la escucha, desde la humildad, desde la
acción coherente, y en esto Su Majestad, si se me permite la expresión, “sois
LO MÁS”.
Un ejemplo encomiable
entre los muchos a los que nos tiene acostumbrados ha sido el gesto que ha
tenido al celebrar su cumpleaños con nuestros militares destinados en Irak. Las
redes sociales se llenaban de comentarios de republicanos “de pro” como este
que rescato de Twitter, “la verdad es que
con un Jefe del Estado así nos resulta complicado a los republicanos, aún a los
bicolores, pensar en otra forma en España que no sea la Monarquía Constitucional.
¡Felicidades Don Felipe!, así se celebra un cumpleaños”
Pues efectivamente
tenemos la suerte y el lujo de tener al mejor Jefe del Estado que podríamos
imaginar, y créanme que se lo digo en primera persona ya que le he tratado de
niño y adolescente fuera de focos y protocolos, y según pasa el tiempo no hace
más que superarse.
Por todo, ¡felicidades!
y ¡por muchos años más, Majestad!
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